jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi orgullo es ser Pastoreña

La mujer en la historia de la Hermandad de la Divina Pastora

A gala siempre lo llevo
y mi boca lo pregona
lo que de niña me enseñan.
Mi fe se llama Pastora,
mi orgullo es ser pastoreña

El nacimiento de un nuevo miembro es siempre emocionante en una familia, pero aún lo es más, si cabe, cuando el bebé es una niña. Nuestro primer pensamiento es: “¡Otra más para el rosario!” Para el rosario y para todos los acontecimientos pastoreños que a esa niña le quedan por vivir, tan apasionantes, tan sentidos… Y aún es más emotivo, porque se sabe que en esa familia va a seguir la estirpe pastoreña.
Desde los orígenes de la hermandad, las mujeres han protagonizado un papel esencial en la creación y difusión de la misma. Fueron ellas, nuestras antepasadas, las que con devoción y plena dedicación a la Divina Pastora, hicieron posible que haya llegado hasta nuestros días el fervor y veneración que hoy profesamos hacia nuestra Pastora.
Hasta hace poco tiempo, el papel de la mujer no se limitaba a participar en los cultos, sino que eran las únicas que podían hacerse cargo del gobierno de la hermandad. Incluso no estaba permitido que los hombres fuesen hermanos. Esto no fue posible hasta la creación del Redil Eucarístico, allá por los años 50 del siglo XX. Es decir, al contrario de como ocurre hoy en día, la junta de gobierno estaba formada exclusivamente por mujeres, que se afanaron para que saliese adelante. Muchos nombres femeninos aparecen en nuestra mente cuando recordamos hazañas y méritos de tiempos pasados.
Fue un grupo de mujeres cantillaneras las que allá por 1720 se convirtieron en las más fieles seguidoras de fray Isidoro y de la sevillana advocación de María Santísima como Divina Pastora de las Almas que el padre capuchino nos mostraba. Señoras que tuvieron que superar numerosas vicisitudes para salir adelante.
Las más enrevesadas las encontramos en los albores del siglo XIX, cuando tuvieron que soportar una serie de actos malintencionados por parte de mujeres que, motivadas por la avaricia del poder, intentaron arrebatar el mandato a la mayordoma y, después de no conseguirlo, fundaron otra congregación con el fin de rivalizar con la de la Divina Pastora. Pero todo fue en vano, puesto que las pastoreñas de entonces salieron victoriosas, aumentando aún más su fe por la Divina Pastora; y así, un largo etcétera que nos lleva hasta nuestros días, donde todavía tenemos que soportar intentos frustrados de hacer sombra a los actos de la hermandad pastoreña, sin éxito alguno. Toda una amalgama de situaciones que no hacen más que reafirmar nuestra devoción a la Divina Pastora.
Aún hoy, cuando nuestra hermandad y la devoción pastoreña cumplen ya 285 años de existencia en Cantillana, las mujeres tenemos una gran labor de responsabilidad en la continuación y transmisión de esta tradición tan arraigada en el pueblo pastoreño por excelencia.
Cuando, en 1703, al padre Isidoro se le apareció la Divina Pastora, eran los rosarios públicos las manifestaciones religiosas con más auge de la época. Por ello, fue ésta la forma elegida por el fraile capuchino para enaltecer las glorias de María, sacando el 8 de septiembre de 1703 un rosario presidido, por primera vez, por un cuadro de la Divina Pastora. Por ello, también fue el culto del rosario el elegido para ser el acto principal de la congregación fundada en Cantillana. Culto que sigue teniendo lugar en nuestro pueblo cada año.
Exactamente cinco son los rosarios que procesionan por las calles de Cantillana presididos por el simpecado de la Divina Pastora, dos de los cuáles son exclusivamente femeninos. Las pastoreñas tenemos el privilegio de ser las únicas que podemos participar en los rosarios de gala, del día 7 de septiembre y del último domingo de novena, y por ello es fundamental para rendir culto a nuestra Pastora que todas asistamos a ellos, porque así lo hicieron nuestras antepasadas y porque es algo tan característico de nuestra hermandad, que es imposible entender la una sin la otra. Por este motivo es importante que enseñemos a nuestras niñas, las futuras mujeres pastoreñas, que hay que ir al rosario. En los primeros años de la mano de su madre; en los sucesivos, al principio de la fila, aprendiendo su tradición y su cultura pastoreña; y posteriormente ataviadas con la clásica mantilla española y sus mejores galas, como merecen los rosarios de la Pastora. En actitud de respeto, siendo conscientes del recogimiento que debemos mostrar en este culto. De esta manera, cuando hayan formado una familia, tendrán el gran privilegio de presidir alguno de estos dos rosarios sosteniendo uno de los borlones que cuelgan del simpecado, recompensa que nos ofrece la Divina Pastora y reconocimiento a las pastoreñas que se han preocupado de difundir la devoción y participar activamente en los quehaceres de la hermandad. Es la herencia que nos dejaron aquellas mujeres que tanto lucharon por su devoción y no podemos dejar que se pierda.
Hablando de tradiciones, en Cantillana existe la costumbre de las papeleteras, niñas que van de casa en casa vendiendo papeletas, principalmente durante los días de novena. Encontramos aquí un buen ejemplo de cómo se siembra la semilla pastoreña en nuestros primeros años de vida. Encontramos aquí una costumbre curiosa, comparable con las demandantas, que junto a la tradición del rosario, el montaje del Risco y otros hechos, hicieron posible la declaración de Fiestas de Interés Turístico Nacional de las Fiestas y Romería de la Divina Pastora.
Una vez más, las mujeres somos las encargadas de llevar a cabo esta labor en el seno de la hermandad: la pedida de la demanda, hecho del que nos debemos sentir orgullosas y que también viene desde antaño. El origen de las demandantas lo encontramos en la redacción de las primeras reglas, donde en el último capítulo se recoge que dos niñas que no pasen de 10 años pidan las demandas por la estación todas las veces que salgan con el rosario. Recientemente, se ha incorporado la figura de las demandantas precediendo la cruz de guía en los rosarios de gala para recuperar la tradición, tal y como figura en las primeras reglas. Actualmente, la edad de las demandantas oscila entre los 15 y 20 años y ha desaparecido la presencia de la mujer que las acompañaba durante todo el día para evitarles cualquier tipo de incidencias que pudieran sufrir. Cambian la forma y el estilo de hacer las cosas, pero permanece la esencia y el motivo por el que se hacen.
Otro hecho singular en Cantillana, en el que volvemos a ser protagonistas las mujeres, es el nombramiento de dama o romera para la Romería. Nombramiento muy esperado con ilusión por la mayoría de niñas y muchachas pastoreñas, quienes sueñan con una noche de elegancia, de volantes, carruajes, cohetes e ilusiones cumplidas en una pasarela. Una vez más la Divina Pastora nos premia otorgándonos este privilegio.
Después de haber intentado hacer un repaso por los acontecimientos más llamativos que protagonizan las mujeres en Cantillana, soy consciente de que dejo cosas en el tintero, porque vosotras pastoreñas sabéis que esto no es todo, que son muchas más las responsabilidades que recaen sobre la mujer en los cultos y fiestas de la Divina Pastora, no menos importante que las aquí citadas y a veces más complicadas, pero por duras que sean ahí estarán las mujeres pastoreñas, seguidoras de nuestras antepasadas, para salir adelante, venciendo lo invencible, para que nunca decaiga la tradición pastoreña en Cantillana.

María Antonia Núñez Gutiérrez
Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora nº 10
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