lunes, 17 de enero de 2011

Exquisiteces marianas del beato Spínola


“(…) Amad a María. Todo esta en ella ensalzado. Sin la Concepción no habría sido Madre de Dios, sin su Maternidad Divina no habría subido al cielo para ser Reina Universal y sin su reinado no se concebiría su pastorado…
Pero bello es y consolador el título de Pastora.”
Del sermón de Spínola ante la Divina Pastora de Cantillana. 8 sep. 1900.

Parangonando aquello que se dice de los militares, de que el valor se le supone, podríamos decir que a todos los obispos de Sevilla se les supone su marianismo. No ya sólo por la formación personal recibida, sino porque en esta tierra de María Santísima es imposible sustraerse a un sentimiento religioso, tan tierno como profundo, en la devoción a Santa María. Es algo que, desde niño, nos sella, como una herencia de familia. Ahí está, como prueba, toda Cantillana.
Los escritos del beato cardenal Marcelo Spínola y Maestre están saturados de esa devoción personal a la Bienaventurada Virgen María. Y su especial vinculación a Cantillana está marcada por su tierna devoción a la Virgen Pastora de nuestras almas.
Quiero fijarme, especialmente en esta ocasión, dos hechos muy marcados del pontificado del Beato Spínola y Maestre (1896 y 1906).
En el año 1904 se cumplía el 50 aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora por la bula Ineffabilis Deus del Papa beato Pío IX, misterio que ―como se sabe― presidió los sentimientos religiosos del pueblo sevillano desde el siglo XVII, como quedó recogido en la popular letrilla de Miguel Cid: Todo el mundo, en general / a voces, Reina escogida / diga que sois Concebida / sin pecado original.
Quizás no sea tan conocido que el beato Spínola y Maestre promovió, de manera singular, que el cincuentenario de la Ineffabilis Deus quedara marcado en las efemérides del cristianismo en Sevilla, de una manera especial. Tuvo la feliz idea de que se pintase un cuadro conmemorativo de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María y que se fijase, ad perpetuam rei memoriam en los ámbitos de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Sede, de Sevilla.

Cundió el entusiasmo por la idea de spinolista en aquellos momentos. Comenzaron las colectas para realizarla. Pero, muerto don Marcelo, la idea sufrió un marasmo, aunque siguió viva. Fue en los años sesenta cuando el Cabildo Catedral la recuperó. En el año 1966, Alfonso Grosso pintó el cuadro conmemorativo, que está instalado en el intradós de la puerta de la Concepción, brazo norte del crucero de la Catedral, bajo el rosetón de la Ascensión del Señor (de Arnao de Flandes y Arnao de Vergara).

Spínola fue promotor de la realización de la pintura conmemorativa del
L aniversario de la proclamación del dogma concepcionista situado
en la catedral Hispalense, fue realizada por Alfonso Grosso.
Foto: Joaquín Corchero. De losrinconesdemisevilla.blogspot.com

El cuadro de Grosso es de grandes proporciones rectangulares. Lleva en el centro la imagen de la Inmaculada, con el rostro que reproduce visiblemente el de la Macarena; al lado izquierdo, la figura de Pío IX; en el lado derecho, arrodillado en actitud orante, una figura de arzobispo de Sevilla, que reproduce la silueta humana del cardenal Marcelo Spínola, lo que es bien perceptible (figura menuda y piadosa); hay también la reproducción de un seise con ropaje concepcionista. La idea de don Marcelo pasó a la historia de la pintura contemporánea de Sevilla con él dentro.
Pero el fasto mariano más representativo del pontificado sevillano de Spínola y Maestre, como se sabe, fue el de la coronación canónica de la Virgen de los Reyes, primera imagen de María coronada canónicamente en Sevilla (en noviembre de 1929 coronaría el cardenal Ilundáin a la Virgen de la Antigua y al Niño).
La coronación de la Virgen de los Reyes tuvo lugar el día 4 de diciembre de 1904. Pero no fue coronada personalmente por don Marcelo, sino por el que entonces era arzobispo de Toledo, cardenal Sancha. Hubo en ello unos entresijos, no muy conocidos, que pusieron de manifiesto la humilde santidad del beato Spínola.
En abril de 1899, bajo los efectos quejumbrosos del desastre colonial español en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, el cardenal Sancha escribió un opúsculo en el que daba consignas a los sacerdotes y seglares católicos para que dieran cerrado apoyo a los políticos del momento (primer gabinete de Silvela).
Pero en Sevilla, el canónigo magistral Roca y Ponsa, hombre inteligente con sus ribetes de progresismo, publicó unas Observaciones bajo el seudónimo de Ciudadano español, en las que no sin dejar de ser respetuoso con el cardenal Sancha, mantenía el principio del derecho natural-político de que cada ciudadano, incluidos los sacerdotes, puedan opinar libremente sobre la acción de los políticos.
El cardenal Sancha se subió por las paredes de su palacio arzobispal de Toledo. Y, entre otras cosas, criticó que las Observaciones del canónigo Roca y Ponsa hubieran salido a la luz pública con la licencia eclesiástica del arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola y Maestre. Éste se limitó a decir que, en cuestiones de libre discusión, había que respetar, y no cohibir, las opiniones de cada persona.
Correcta la actitud del arzobispo Spínola. Pero aumentaron los picapicas de Sancha. Roca y Ponsa publicó un folleto titulado En propia defensa: Carta abierta al Emmo. señor cardenal Sancha, defendiendo su postura y razonando su derecho a la licencia eclesiástica para la publicación de sus Observaciones. Las ojerizas de Sancha no iban sólo contra Roca y Ponsa, sino también contra el arzobispo Spínola.
La Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla. El
Beato Spínola fue promotor de su coronación
canónica, la primera que tuvo lugar en Andalucia.
Pasaron unos años. En noviembre de 1903, vino Sancha a Carmona para la inauguración de una residencia de las Damas Catequistas. Spínola viajó a recibirlo y acompañarlo. Luego lo invitó a pasar unos días de descanso en el palacio arzobispal de Sevilla. Sancha y Spínola tuvieron ocasión de hablarse a solas. Spínola organizó una velada literaria en el salón de actos del Seminario en honor del cardenal Sancha. Éste hizo encomios de Spínola, el cual, al responderle, dijo: “Ya os habréis convencido, señor cardenal, que ni la Diócesis de Sevilla ha podido venir a menos, ni yo he podido subir más” (Spínola no era aun cardenal). Y Sancha repuso: “De lo que yo me he convencido, sevillanos, es de que la Diócesis de Sevilla está gobernada por un santo y lo tendréis un día en los altares”. Honor a Sancha: de fustigador a profeta.
Llegó el día de la coronación canónica de la Virgen de los Reyes. Don Marcelo invitó al acto al cardenal Sancha. El nuncio apostólico celebró la misa solemne. Spínola dejó que el cardenal Sancha bendijera las coronas y que las impusiera en las cabezas de la Virgen de los Reyes y del Niño. Spínola, situándose a sí mismo en segundo plano, como aquel publicano humilde de la parábola del Señor, orando en el templo.
Hubo más ese día. El 4 de septiembre de 1903, Miguel Molina, un factor de a estación, había asesinado a su cuñado Cayetano Álvarez, en colaboración con su hermana Dolores, esposa de Cayetano. Descubierto el crimen, los conniventes asesinos fueron condenados a la horca. Las autoridades de Sevilla piden el indulto. El rey computa la pena de muerte a Dolores por cadena perpetua; pero para Molina se mantiene la pena de morir en la horca. Spínola se va a Madrid con las autoridades sevillanas, donde son recibidas por Alfonso XIII y la madre de éste. Spínola toca la fibra que había que tocar: “Majestad, cuando un rey es coronado, se conceden indultos. Ahora lo pedimos en honor de la Señora de los Reyes”. Demasiado, para la piedad de Alfonso XIII y de su señora madre.
A mediodía del 3 de diciembre, víspera de la coronación, llegó a don Marcelo el siguiente telegrama: Para gloria de la Virgen de los Reyes, cuya coronación celebra mañana Sevilla entera, y con íntima satisfacción de mi alma, de la que participará esa noble ciudad, he indultado de la pena de muerte a Miguel Molina. Alfonso. Don Marcelo manifestaría más tarde que esa noche no había podido pegar ojo. No era para menos (para más detalles ver la obra de José María Javierre, Don Marcelo de Sevilla).
Cada 15 de agosto, tras aquel 24 de noviembre de 1904, los sevillanos nos emocionamos viendo a la Virgen de los Reyes y al Niño, nimbados con las coronas que les impuso un tal cardenal Sancha, arzobispo de Toledo, por obra, gracia y humildad de un tal Marcelo Spínola y Maestre, arzobispo de Sevilla y ya entonces hermano mayor perpetuo de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana.
Para hablar, y no parar, del marianismo y de la santidad del tal Marcelo, beato, Spínola y Maestre.

Francisco Gil Delgado
Canónigo de la Catedral de Sevilla.
Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora de 2006.

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