viernes, 18 de febrero de 2011

Fray Isidoro de Sevilla, Padre de la devoción Pastoreña.


Nació, como lo señala su apellido capuchino, en Sevilla el 9 de mayo de 1662, siendo bautizado en la Parroquia de San Esteban el 18 del mismo mes con el nombre de Vicente Gregorio Rodríguez de Medina Vicentelo de Leca. Sus padres estaban emparentado con gran parte de la nobleza española, de lo que jamás se vanaglorió ni mencionó y si en cambio, llamar al gran venerable Miguel de Mañara, fundador del Hospital de la Santa Caridad de Sevilla.

A los diecinueve años renuncia, como primogénito, a los títulos de su casa y a la fortuna que pudiera corresponderle para hacerse fraile capuchino. Tuvo por parte de los suyos una tenaz oposición a esta decisión, que logró superar. Toma el santo habito en el convento de los Capuchinos de Sevilla el 30 de abril de 1681 cambiándosele, como era constumbre en la Orden, su nombre de Vicente Gregorio por el de Fray Isidoro de Sevilla. Durante los años de su formación y estudio que brillantemente realizó en los conventos de Ecija, Cadiz y Granada, se distinguió siempre, al decir de los que lo conocieron, por su gran amor a la Virgen Santisima. Parece que su ordenación de sacerdote fue en la última de las ciudades mencionadas, Granada, ya que sabemos que fue aquí donde celebró su primera Misa, el día 2 de Abril de 1687.
De inmediato, los superiores, sabiendo de su celo por la salvación de las almas, lo dedican a la predicación, dando su primer sermón en Córdoba. En 1693 es destinado a Cádiz, centro entonces donde se encontraba un esclarecido grupo de misioneros capuchinos de gran talla como fueron los Padres Francisco de Jerez, pablo de Cádiz y Feliciano de Sevilla. Aquí se forma y foguea nuestro ilustre hermano antes de su paso a Sevilla en el año de 1703. De esta fecha es tradición de que encontrándose orando el 24 del mes de junio en el coro bajo de la Iglesia sevillana del Convento de capuchinos, tuvo la divina inspiración u ocurrencia como el mismo dice –algunos afirman, sin embargo, que fue una visión o aparición de la Virgen a él, dándole el mandato- de presentarla con el humilde traje de Pastora.

En la mañana siguiente lo comunica a su hermano para que le busque un pintor que se ocupe de plasmar aquella idea suya en un cuadro. Quería logarlo y hacerse del mismo a fin de que le valiera como estandarte que en los Rosarios públicos, cantando, sacará tal como lo había aprendido de sus maestros de Cádiz. El pintor escogido fue Miguel Alonso de Tovar, quien capto maravillosamente su idea y lo supo plasmas primeramente en un boceto pintado al oleo en bronce que el mismo Padre Isidoro conservó hasta su muerte, que hoy, como preciada y distinguida reliquia, guardan los capuchinos de Sevilla, y del luego entresacó el cuadro para su pretendido estandarte.

Trasladada esta representación de María como Pastora de las Almas, con las correcciones que finalmente le sugiriera al referido pintor el mismo Padre Isidoro, a su estandarte, en la tarde del día 8 de Septiembre de 1703, por primera vez en la historia de la iglesia Católica, se contemplaría esta figura de María, con titulo y traje pastoril, en el Rosario publico que su inspirador llevó desde la Parroquia de san Gil de Sevilla a la Alameda de Hércules, de la forma y manera según lo había aprendido del Padre Pablo de Cádiz.

En este mismo mes se creó la primera de las hermandades que el mundo había habido de la Divina Pastora que tiene, en un principio, su sude en la Parroquia de san Gil pero que pronto, por ciertos problemas surgidos, pasó a la de Santa Marina en una capilla que aquí fue expresamente construida para la dicha Hermandad y dada en propiedad a la misma. Siguió a esta, fundadas todas por el mismo Padre Isidoro de Sevilla, una larga serie de hermandades de la Divina Pastora por distintos pueblos de la baja Andalucía, la segunda de ellas, después de la de Santa Marina, fue en Carmona, instituyendo en 1706, en la Iglesia de san Bartolomé, una congregación o rebaño y colocando una imagen de la Divina Pastora en un retablo de dicha Iglesia.
Seguidamente fundó otro rebaño en Utrera en 1707. En Jerez de la Frontera y otros pueblos y ciudades entre los que se cuenta Cantillana, la única Hermandad que ha sabido mantenerse siempre en su primitivo esplendor, manteniendo el espíritu que su fundador le inculcara en sus comienzos.

Fue el Padre Isidoro de Sevilla autor de muchos e interesantes libros. Más de veinte son los conocidos como editados, de los que descuellan aquellos que están relacionados con la devoción a la Divina. Sería muy sugestivo una lectura detenida y profunda de ellos, para deducir de la brava hojarasca de su estilo conceptista y culterano, característico de su época, su contenido teológico, que no es poco, en el que fundamentó la devoción. Destacan sus dos obras más conocidas: la mejor Pastora asunta y la Pastora coronada.
A los 89 años, el día 7 de Noviembre de 1750, moría en Sevilla nuestro venerable padre fray Isidoro de Sevilla. Como colofón de esta breve biografía suya, recogemos un párrafo de la carta con la que su guardián, fray Antonio de Alcalá, comunicaba, con el peculiar estilo de la época, a los hermanos de la provincia religiosa de Andalucía este triste suceso:

“Insignísimo clarín de los marianos, elogios con cuyos ecos exalto la sacratísima devoción de María Santísima nuestra señora, siendo el primero que, en esa mariana ciudad, levantó el pendón para proclamar sus alabanzas por las calles, celebérrimo institutor del ternísimo, dulcísimo y peregrino titulo de María Santísima, piadosísima Pastora de las Almas, en cuyo culto y en su extensión por todas partes trabajó inmensísimamente, ya en el pulpito, ya en el libro intitulado la mejor Pastora asunta, ya con novenas devotas, ya con ofrecimientos y canciones fervorosas para alabarla por las calles. Erigió hermosas capillas con fervorosas congregaciones, exornándola con edificantes constituciones con aprobación apostólica, instituyendo, innumerables rosarios que continuamente dan loores a la Pastora Divina. Varón verdaderamente todo de María, y todos sus objetos se dirigirán a cultos y obsequios suyos, experimentando innumerables prodigios de conversiones de almas atraídas a la dulce tierna moción de sus marianas voces. Logró en sus días ver extendido título tan peregrino por todas las Españas, y en las Indias, establecidas misiones bajo los soberanos auspicios de su adorada Pastora”.


Como un Santo
  • Fray Isidoro era humilde, hasta considerable el peor y el último de los religiosos.

  • Desprendido de honores y dignidades de la tierra.



  • Le ofrecieron cátedra y prelacía y que no aceptó



  • Pobrísimo, vestía un hábito viejo muy remendado de saco.



  • En su celda tenía un Crucifijo, el cuadro de su Pastorcita, la mesa, los avíos para escribir y



  • una dura tarima para dormir.



  • Temía al dinero como al demonio, rehuyendo el tocarlo.



  • Puro, austero y penitente. El ayuno casi diario y muchas veces pan y agua.



  • Indulgente con los demás, cuyo criterio respetaba aunque fuese contrario al suyo.


  • Daba a su próximo cuanto podía y a veces su propio sustento.



  • Observatísimo de sus seráficas reglas.



  • Pacientísimo en sus contratiempos y adversidades.


  • Padeció calumnias cuando lucho por extender el culto a la Divina Pastora.


  • Entregado por completo a la oración, esperaba ansioso el día feliz del Patrocinio, pues aseguraban los padres Cristóbal de Sevilla y Luís de Sextri, testigos de su muerte, que igual que San Idelfonso, puso toda su fe en la Expectación de la Virgen, fiesta en la que murió, el Padre Isidoro dijo: “que toda la suya, para morir, la tenía en el día del Patrocinio de María”.



  • Una vez muerto, el pueblo de Sevilla, a pesar de la copiosa lluvia que caía, no dejaba de acudir para honrar los restos del venerable y llevarse alguna reliquia. Después de repartirse las flores que adornaba el ataúd, fue preciso quitarle el habitó y hecho pedacitos se distribuyeron entre fieles.



  • Temerosa la comunidad capuchina de que sobreviniese algún disturbio, por exceso de la piedad de los visitantes, acordó inhumar el cadáver precipitadamente y casi en privado.
  • 1 comentario:

    Anónimo dijo...

    Ejemplo de sacrificio y humildad; habria que pararse a reflexionar cómo surgió nuestra Devoción y como la enfocamos en la actualidad.