jueves, 3 de febrero de 2011

Las candelas: poética del fuego, lírica de la luz


"Va el Cordero entre la nieve, la Virgen nevando al Niño, nevando a puro cariño, este blanco vellón leve..." (Del Himno del Oficio de la fiesta del 2 de febrero)Cantillana se mira estos días en su historia más auténtica para volver a prender los fuegos de las Candelas, ancestrales compañeras de estos fríos postreros de un invierno que se resiste a abandonarnos. Suele ocurrir con los festejos milenarios que llegan a ocultar a los ojos no iniciados tras el velo de la costumbre repetida la verdadera esencia de la celebración, deturpada por el paso del tiempo o el espíritu imperante en las sociedades.La fiesta de la Candelaria posee un imborrable fundamento religioso y mariano que merece la pena conocer y apreciar desde su fuente más prístina: el relato evangélico de la presentación de Cristo en el templo y la purificación de la Santísima Virgen, que es un texto hermosísimo desde el punto de vista literario y teológico (Lc 2, 22-35). En él María acude con el recién nacido a Jerusalén para cumplir con los ritos judíos del ofrecimiento a Dios del primogénito y los sacrificios; allí se estremece ante el enigmático oráculo pasionista de Simeón y se clava en el corazón de la Virgen la espada de su Primer Dolor. Junto al contenido puramente cristiano, las Candelas son unos festejos revestidos de metáfora, de símbolo, de culturas que se cruzan no por casualidad proclamando la fuerza purificadora e iluminadora que también los paganos supieron ver en el fuego y en la luz, respectivamente.Por eso la hermandad de la Divina Pastora apuesta desde hace años por dotar a la fiesta de una columna vertebral que la legitime y ennoblezca. No faltan a la cita algunos de los elementos de siempre, esos que retrató nuestro amigo Antonio José Pérez Castellano en un artículo de gran fineza ensayística (1): la reunión familiar, el divertimento, los júas y, por supuesto, el fuego; todos ellos son la cara de una moneda que sólo se completa con los actos religiosos: la peregrinación hasta el santuario de Los Pajares, la liturgia propia de la festividad o la consagración de los niños a los maternales desvelos espirituales de la nuestra bendita Pastora.El 6 de febrero la hermandad tiene una cita con la tradición secular de su pueblo, así como con su historia reciente. Es el momento de valorar lo conseguido y disfrutar de ello, ahora que los fríos de febrero quieren avivar las llamas alegóricas de la lumbre en una hermosa paradoja tan antigua como inmediata, tan sublime como popular: poética del fuego, lírica de la luz.
publicado en el blog Martin Rey
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