sábado, 20 de agosto de 2011

El relicario de la Divina Pastora del convento de capuchinos

Se custodia en el convento de la Divina Pastora de Sevilla como uno de sus mayores tesoros, por su valor devocional, sentimental, histórico y artístico, un relicario de palta que guarda un pequeño bronce pintado con la Divina Pastora que custodió el venerable Padre Isidoro de Sevilla hasta su muerte y que muy posiblemente fuese el boceto que realizó Tovar para la primitiva pintura, por lo tanto estamos ante la primera representación de la Divina Pastora en el mundo. Sobre el origen y la historia de tan entrañable reliquia, escribió en Cantillana y su pastora hace unos años Fray Mariano Ibáñez Velázquez un interesantísimo artículo que publicamos a continuación.

Una Historia interesante referidas a los comienzos de la devoción a la Divina Pastora

Representa a la Divina Pastora y está atribuido al pintor de Higuera de la Sierra, Miguel Alonso de Tovar. En cuatro ocasiones, que sepamos, y por diversos motivos -la última vez en junio de 2003 con motivo del III centenario de la devoción Pastoreña- ha sido llevado a esa ilustre villa, para exponerlo a la devota veneración de los cantillaneros. Alguien, tal vez por ignorarlo, se habrá podido preguntar sobre su significado y el motivo de su veneración. Accedo con gusto a ello.

Los capuchinos lo han recibido de sus antepasados del siglo XIX, quienes siempre lo consideraron como un fidedigno boceto de la primera pintura hecha de la Divina Pastora, por el antedicho pintor Miguel Alonso de Tovar, aventajado discípulo de Murillo, como es reconocido. A él el capuchino padre Isidoro de Sevilla, fundador inequívoco e indiscutible de la devoción a la Virgen Santísima bajo ese dulce título de Divina Pastora de las almas, se lo había encargado, dándole los detalles para su ejecución. Está pintado en cobre al óleo y mide 11x16 cms. Su historia y de cómo ha llegado hasta nosotros es muy interesante. Trataremos de exponerla breve y fácilmente para el conocimiento de todos.


La pintura sobre bronce, fue el boceto de la
pintura de la Divina Pastora y fue
custodiada por el fundador de esta advocación
hasta su muerte.

Según consta documentalmente, confirmada por la siempre constante tradición mantenida entre nosotros, el referido boceto nos vino gracias a uno de aquellos capuchinos -el padre Salvador de Sevilla- que se vieron obligados a salir de su convento sevillano por la injusta ley desamortizadora de Mendizábal del año 1835. Este padre, antes de abandonarlo, tuvo la feliz idea de ir a la iglesia a recogerlo del altar de San Antonio, donde estaba expuesto a la pública veneración, conservándolo en su poder hasta que, vecino ya a su muerte, lo entrega a las religiosas capuchinas de la actual calle Cardenal Spínola, juntamente con uno de los crucifijos que Murillo pintó para los frailes del mismo convento. Les impuso a las religiosas la obligación, obteniendo de las mismas la promesa, de entregar ambas cosas a sus hermanos capuchinos en el momento en que éstos regresaran de nuevo. Efectivamente, así lo hicieron y cumplieron ellas.
De este boceto se cuenta que, una vez que fue presentado por el pintor al padre Isidoro, éste, después de contemplarlo, sin más, lo aceptó, no obstante haberle pedido al mismo añadiera otros ciertos retoques y detalles que pueden muy bien apreciarse y deducirse del definitivo y primer cuadro de esta advocación que guarda, primorosamente, la Hermandad de Santa Marina de Sevilla. Él, sin embargo, por su parte, le pidió quedarse con el referido boceto para conservarlo consigo, el que mantuvo durante toda su vida, y junto al mismo murió. Ya fallecido su legítimo poseedor en 1750, los frailes, sus hermanos en religión, muy entusiastas ya de esta devoción, se disputaban entre sí el poder apropiárselo, para conservarlo particularmente el que tuviese la suerte de lograrlo. Así se lo pidieron al padre guardián quien, con muy buen acierto, para evitar disgustos, comentarios y distinciones entre los mismos, dispuso colocarlo en la iglesia para su pública veneración por los fieles, llevándolo al altar de San Antonio, que entonces ocupaba el sitio donde hoy se venera la imagen del Sagrado Corazón. La razón de querer exponerlo aquí era porque en la bóveda que había debajo de este altar estaba, precisamente, enterrado el padre Isidoro.
La primera noticia escrita de la existencia de este boceto la encontramos en el número de marzo de 1896, página 216, de la revista de todos los capuchinos españoles de aquel tiempo, llamada El Mensajero Seráfico. Aquí es donde fray Diego de Valencina relata esta devolución de la manera siguiente: "También se ha devuelto a los mismos Padres (capuchinos) un precioso cuadro de bronce de cortas dimensiones que, si bien no salió del pincel del célebre Murillo, poco tiene que envidiarle por su bella forma y colorido; porque Alonso Tovar supo pintar las Pastoras cual ninguno, y ésta es de Tovar, y nada menos que es la primera que se pintó en el mundo, la misma, por consiguiente, que tuvo para su uso el gran siervo de Dios P. Isidoro de Sevilla, incansable apóstol mariano, y el primero que dio a conocer a María Santísima con el tierno traje de Pastora, como lo atestigua la siguiente inscripción puesta al dorso (del boceto). Esta Pastorcita es la expresión del amor y devoción que a este título tuvo el Rvdo. y Venerable padre Isidoro de Sevilla. Este padre mandó hacer este boceto; es la primera imagen conocida en este traje; después por ésta se pintó, por orden del mismo P. Isidoro, la que se halla en Santa Marina de esta ciudad de Sevilla.- Por muerte del P. Isidoro quedó este boceto vinculado al Convento de Capuchinos de Sevilla; se suplica a todos procuren la conservación de esta preciosa imagen de tan preciosa prerrogativa capuchina". (Aquí termina la inscripción).


Manuscrito en el reverso del relicario que recoge la
historia de la curiosa pintura, posiblemente fue
escrito por fray Salvador de Sevilla.
A continuación, y en la misma revista, el padre Diego añade: ¡Qué lindo es este boceto! Bien puede considerarse como preciosa joya artística. Así lo han calificado cuantos pintores lo han visto estos días. Está la Santísima Virgen sentada sobre una roca bajo frondoso árbol, desde cuyas verdes ramas la saludan mil veces las avecillas del bosque. La celestial sonrisa dibujada en su bello rostro mueve a devoción, no menos que la piedad y ternura con que mira a una oveja blanca como la nieve, que acaricia con su diestra.

Airosa toca cubre parte de sus rizados cabellos que descansan a placer sobre holgada pellica sujeta por un cinturón de piel. La túnica de rosa, el manto azul sostenido con el brazo izquierdo de cuya mano pende una rosa blanca, ofrecida a un grupo de ovejas que reposan; el sombrerillo de anchas alas caído sobre los hombros, todo forma el traje sencillo de una pastora humilde, pero hacen su cuerpo tan hermoso que se nos figura ver aquél que describe el divino Esposo en el sagrado libro de los Cantares.

Allá a lo lejos se ve entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo infernal que vomita fuego, y un ángel radiante de hermosura que la defiende blandiendo ígnea espada.

Aquí terminaba la noticia que daba, en la referida revista, el antedicho padre Diego de Valencina. Creemos, sin embargo, que en su narración olvida decir que la inscripción escrita a manos y puesta al dorso del boceto no es anterior al padre Salvador como, a lo mejor, pudiera dar lugar a entenderse. Fue escrita, ciertamente, por el mismo religioso que se lo llevó de la iglesia, el padre Salvador de Sevilla. Este, en consecuencia y por suerte para nosotros, por otra parte no sólo nos lo hizo llegar, sino que también, y debido a él, por lo que transcribió a su dorso, podemos hoy conocer lo que entre los frailes de aquellos tiempos se decía y transmitía acerca del referido boceto.


El 24 de junio de 2001 tuvo lugar en Cantillana, la
instauración de la confraternidad de Hermandades
Pastoreñas, para tal acontecimiento, el boceto de la
Pastora fue trasladado a Cantillana, el entonces
hermano mayor, D. Antonio Cataño besa el
relicario que es portado por el autor de este articulo.
En el año, pues, de 1896, ya restablecidos y oficialmente reconocida nuevamente en Sevilla la presencia de los capuchinos, nuestras hermanas capuchinas hicieron entrega de lo que de sus hermanos tenían, en la persona de su guardián, fray Diego de Valencina quien, gozoso y agradecido, como deducimos de su escrito, lo recibe. Con todo, no será hasta el año de 1921, como se dirá más adelante, cuando el boceto se expone a la veneración del público al volver a la iglesia de donde se sustrajo. Presumimos que la causa de ello fuese o bien por su pobre enmarque y pobre presencia, -solamente unos dorados junquillos a su alrededor-, que no hacía resaltar su importancia y trascendencia, o bien, por el temor de que al ser tan pequeño alguien pudiera fácilmente robarlo. Será, pues, el año antedicho de 1921, el día 1 de mayo, precisamen-te, cuando de nuevo vuelve a la misma iglesia de donde se había sacado en el 1835. Se le había, entonces, labrado un bonito y equilibrado relicario de madera sobredorada, desde donde dignamente se manifestaba. Fue bendecido por el cardenal Almaraz, arzobispo de Sevilla, pero ya preconizado de Toledo. Quisieron aprovecharse las fiestas que venían celebrándose en esta iglesia de los capuchinos de Sevilla, al haber sido canónicamente proclamada la Virgen con el título de Divina Pastora como copatrona, juntamente con las Santas Justa y Rufina, de esta misma iglesia. En estas fiestas también fue coronada devota y solemnemente su imagen aquí venerada desde los comienzos del siglo XIX. Desde esa precisa fecha aquí estuvo públicamente expuesto el boceto, en donde podía ser venerado y contemplado por sus muchos devotos. No duró mucho tiempo, sin embargo, su permanencia y presen¬cia en este digno relicario. El padre Juan Bautista de Ardales, distinguido capuchino y entusiasta, como el que más, de esta devoción mariana y capuchina, valiéndose para ello de amigos suyos y bienhechores que le ayudaron - los marqueses de Villapanés y sus hijos y las señoras Mercedes Gálvez y Dolores Ruiz, que entregaron la plata necesaria- logró hacer el rico relicario de plata repujada en el que hoy se ostenta. Encargó su ejecución, en los comienzos de los años cincuenta del siglo XX, al bien valorado orfebre sevillano Manuel Seco. Su bendición data del año 1953, en el día 8 de diciembre, al iniciarse, el Año Santo Mariano proclamado por Pío XII para conmemorar el primer centenario de la definición dogmática por el beato Pío IX de la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. Una vez bendecido, fue colocado preferentemente en el mismo altar de la Divina Pastora de la antedicha iglesia, volviendo casi al mismo lugar donde había estado en un primer momento desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta el año de 1835. En la actualidad, sin embargo, está, incomprensiblemente, retirado de la iglesia, en donde debiera estar para su veneración pública, guardándose dentro del convento. La razón es que no fue previsto con exactitud su sitio en el nuevo retablo construido a la Divina Pastora en 1992, por lo que hubo que renunciar a colocarlo en él. El lugar que con anterioridad había ocupado se le dio al valioso grupo escultórico de Cristóbal Ramos, que representa a San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña.

Termino aquí, amado cofrade cantillanero, con la historia única de este interesante boceto. A mi entender se impone un estudio profundo y detallado del mismo por personas competentes y peritas en la materia. A lo mejor podría descubrirnos algunos misterios y darnos respuestas satisfactorias a interrogantes referidos a los comienzos de la devoción a la Virgen Santísima bajo tan querido y teológico título de Divina Pastora.

Fray Mariano Ibañez Velazquez, OFM Cap. (q.e.p.d.)
Publicado en Cantillana y su Pastora nº 6, 2001

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