viernes, 19 de agosto de 2011

Manifestaciones de piedad popular hacia la Divina Pastora de Cantillana


Piedad. (Del latín «pietas, -atis», deriv. de «píus»; v. «PIO». «Sentir, Tener, Inspirar, Mover a, de, por.»), Devoción. Amor y respeto consagrados a alguien; por ejemplo, a los padres o a las cosas sagradas: «Piedad filial». Particularmente, celo en el cumplimiento de los deberes religiosos.
Popular. (adj.). Del pueblo (clase social): «Costumbres populares». Se aplica a la persona que tiene muchos partidarios, admiradores o simpatizantes entre el pueblo. (por extensión). También a la que los tiene en todas las clases sociales o en cierto círculo de personas.


Manifestación. Acción y efecto de manifestar algo o de manifestarse. Se aplica particularmente a la exteriorización de un estado de ánimo, y más aún con referencia a una muchedumbre. Manifestar. Del lat. «manifestare», deriv. de «manifestus», or. De «manifiesto».) Decir o expresar algo con cierta solemnidad o formalidad para que se sepa.


Si nos atenemos a las definiciones que de los distintos vocablos que conforman el título de este artículo expresan los más usuales diccionarios de nuestra lengua castellana, llegaríamos a la conclusión de que los puntos a tratar aquí serían todos los referentes a las expresiones devotas aportadas por los pastoreños hacia su Divina Pastora.

Cualquier pastoreño/a ya lo es, para todo su entorno familiar, desde que se tienen las primeras noticias de su concepción en el vientre materno. Cuando una pareja manifiesta su gozoso embarazo, los comentarios son unánimes: «Un/a pastoreño/a más», «A ver si tenéis suerte y es una niña», dicho totalmente unido al legado matrilineal que se da en nuestra hermandad, a la que pertenecemos por herencia materna. Mientras tanto, todos a la vez y cada uno de manera individual, invocan a nuestra Virgen, la Divina Pastora de las Almas, pidiéndole su protección en circunstancias tan únicas y especiales para un ser humano.


En Cantillana, el Bautismo de los nuevos cristianos tiene lugar en su Parroquia y una vez terminada la liturgia del mismo por el sacerdote, lo primero que hace una familia pastoreña es presentar al niño a la Divina Pastora de las Almas [...]. Los primeros meses y años del neófito están marcados por el exceso de amor y cariño por parte de todos los que lo rodean. A ese amor llegan de forma inalterable los reflejos del sentir pastoreño envueltos en los múltiples comentarios que así los exteriorizan. «Que la Pastora Divina lo proteja», «Es la oveja de la mano», «Es el Pastor Divino» y tantos otros que irán marcando para siempre el sentir sincero de todo pastoreño.

Lo primero que aprendemos, antes que a hablar, que a articular palabra o cualquier otra cosa, es a manifestar nuestra raíz y sentir pastoreño. Antes de cumplir un año, con tan solo varios meses de edad y enseñado por su familia, todo niño, a la pregunta de «¿ Hasta dónde es mi niño pastoreño?», se llevará enseguida su mano a lo más alto de la cabeza entre el regocijo de todos los que le rodean.

Los primeros años transcurren felizmente en su casa rodeado de cuadros que enmarcan fotos de la Divina Pastora, de azulejos y de esculturas populares. Su nombre lo escucha a diario en boca de sus allegados, desde las invocaciones tradicionales —«Ay Pastora Divina», «Pastora Divina de las Almas», «Pastora mía», «Pastora Divina»— hasta las llamadas por sus nombres a los miembros femeninos de su entorno. El niño va creciendo en un ambiente pastoreño que impregnará para siempre su especial modo de sentir a su Divina Pastora de Cantillana durante toda su vida.

Los momentos previos a los dulces sueños infantiles en los brazos de abuelas, tías y madres están siempre sintonizados por melodías y canciones de la Pastora Divina que el niño irá aprendiendo de manera espontánea y natural. Este proceso, de boca en boca, se irá transmitiendo de generación en generación, convirtiéndose en el mejor archivo musical depositado en la memoria y en las voces de los pastoreños.


Las fiestas se viven en todas las casas de los pastoreños durante todo el año, la presencia de la Divina Pastora, física y espiritual, es continua y siempre permanente. En cada calle se organiza una alcancía vecinal para sufragar los gastos para el exorno de la misma, los cohetes y las tracas. Una de las vecinas se convierte en depositaria de la misma y es la encargada de recoger semanal o mensualmente la cuota acordada. Muchas veces son los niños y niñas de la calle los encargados de ir a pedir la asignación de casa en casa y entregarla a la señora encargada de la alcancía. En fechas próximas a septiembre, las componentes de dicha alcancía se reúnen y plantean la distribución del depósito recogido en todos los actos a organizar en la calle, ante la inminente llegada de la fiesta principal de la Divina Pastora.

Las casas se blanquean o pintan, tanto en fachadas como en interior, y son limpiadas a fondo para que queden impecables. Cada familia plantea el tema de la ropa y de la comida para las fiestas. Se suelen estrenar los mejores trajes y vestidos realizados con las telas más especiales. En todos los comercios de Sevilla son renombradas las costumbres de las cantillaneras en todo lo relacionado a la elección de los tejidos para confeccionar su vestuario festivo. Zapaterías y peluquerías son otros de los centros que experimentan gran auge en estas fechas, contribuyendo, por tanto, todo lo que rodea a la fiesta, al firme sostenimiento de la economía del pueblo.

Todo está preparado ya para recibir a la Divina Pastora en su paso anual por nuestra calle, completamente exornada para tan singular ocasión. Banderas, arcos, flores y las tradicionales ristras de bombillas ofrecerán el mejor marco para el transitar de Nuestra Señora. Las colgaduras y pendones de damasco y terciopelo colgados en los balcones reflejarán el respeto infinito que todo pastoreño tiene a su Pastora.

A lo largo de todo el año son numerosos los pastoreños que se ofrecen a su hermandad para regalar algún presente en el que esté interesada la misma o incluso algunos, de manera espontánea, regalan a la Virgen objetos y detalles cargados de un gran valor personal para ellos. Joyas, sombreros, mantillas, casullas, un magnífico y antiguo manifestador en plata y piedras preciosas, azulejos, muebles, flores, cuadros, son sólo algunos ejemplos de la generosa colaboración que suelen tener los hermanos con su hermandad.

La participación en los cultos y fiestas anuales en honor de la Divina Pastora es masiva y multitudinaria y llenos del mayor entusiasmo y emoción por parte de los pastoreños. El pastoreño suele medir el paso del tiempo por su calendario festivo y son frecuentes los recuerdos y alusiones de vivencias festivas para centrar cualquier hecho del pasado. La salida de la Virgen desde su Parroquia, tan apoteósica y emotiva, es muy difícil de explicar, pues en ella, y en sólo unos minutos, se concentra toda una vida, llena de momentos entrañables, anecdóticos y tristes, que la convierten en un episodio único e irrepetible para cada uno.

Desde que sale hasta que se recoge, la Virgen va acompañada por un mar de sentimientos donde desembocan ríos de lágrimas. En la cara de la Virgen vemos reflejadas las de nuestras madres, abuelas y las de todos nuestros seres más queridos haciéndonos vivir unos momentos en los que la mezcla de tantas vivencias nos pueden conducir solamente hacia una felicidad tan etérea como eterna.

La presencia de la Virgen en la vida cotidiana de todos los pastoreños es espontánea y permanente desde su mismo nacimiento. Desde la medalla de oro con su efigie en relieve hasta la fotografía que suelen llevar en sus carteras, pasando por las actuales pegatinas y el cordón de la Hermandad que suelen colocar en los automóviles. En sus casas, el mejor sitio queda reservado para colocar el cuadro más hermoso, bien con una fotografía o una pintura al óleo de la Virgen. En toda la casa se multiplican las fotos de la Virgen, enmarcadas y puestas sobre los muebles o bien colgadas en las paredes. Los azulejos son otro elemento común en las casas de los pastoreños, presidiendo los patios o los zaguanes de las entradas. En ellos, la imagen de la Divina Pastora aparece pintada por los mejores ceramistas de toda Andalucía en versiones de lo más pintorescas y personales. En este apartado no podemos olvidar las esculturas de bulto que desde muy antiguo presidían muchas casas pastoreñas y cuya propiedad y conservación se ha convertido en una privilegiada tarea para sus actuales poseedores. Las entrañables Pastoras de Olot, conocidas en Cantillana como las de Molina por haber sido la casa vendedora, se multiplicaron durante el siglo XX y se convirtieron en las más populares conviviendo con otras de distintos tipos y hechuras, bien en barro o madera y algunas, incluso de vestir.
La vida del pastoreño sigue transcurriendo arropada por su incesante amor y cariño a su Divina Pastora, hecho que se refleja continuamente, tanto en sus actos más cotidianos como en los más relevantes, que van marcando su continuo transcurrir diario. Uno de estos últimos, como es el de su boda o matrimonio por la iglesia es fiel testigo de lo que apuntábamos anteriormente. Para el pastoreño, casarse ante su Divina Pastora es todo un honor y privilegio que se fragua de forma permanente en el momento de su celebración. La lista para contraer matrimonio ante su camarín o ante el Risco durante la novena es interminable y los novios deben reservar fecha con años de antelación.

Si para el pastoreño, el inicio de su vida estaba totalmente envuelto por todo lo que en Cantillana significa el querido nombre de Pastora, su final no podía escapar de tan sublime influencia y todo lo que le acompaña está rodeado por las connotaciones de su devoción pastoreña. La enfermedad y los últimos momentos de su existencia le llevan, más que nunca, a pensar en su entrañable imagen y en todo lo que ha representado durante su vida terrenal, como prueba fehaciente de lo que será después de abandonarla y pasar a vivir eternamente al lado de Ella y custodiado por la Santísima Trinidad.

Las promesas por superar enfermedades, accidentes y otros problemas humanos son numerosísimas. Desde las más íntimas y por ello innombrables, hasta las más visibles que consisten en acompañar a la Virgen tras su paso el día 8 de septiembre o tras su carreta en la Romería, pasando por el encendido de velas o las visitas diarias a la Iglesia para orar ante ella.

Las invocaciones a la Pastora de Cantillana son incontables y sus fotografías siempre están presentes en los momentos más difíciles, tanto en los cabeceros familiares como en los de las frías camas hospitalarias. Las últimas oraciones de los pastoreños y sus últimos suspiros van dedicados a su bendita Madre Celestial, que no es otra que su Pastora Divina de las Almas.

Una visita al cementerio de Cantillana nos hace ver hasta qué punto la Divina Pastora forma parte de la vida del pastoreño, tanto en la terrenal como en la celestial. En todas las lápidas aparece la imagen de la Divina Pastora presidiendo las sepulturas de sus amados hijos y devotos. A ello añaden muchas veces pequeñas esculturas, fotografías, medallas, relieves de metal y otras piezas en los que queda reflejado su profundo amor por la Divina Pastora. El cordón y la medalla de la Hermandad sobre el pecho guiará al pastoreño en el camino a seguir para encontrarse con Ella.

Todas las manifestaciones de piedad popular hacia la Divina Pastora quedan enmarcadas por el infinito cariño y pasión que los pastoreños sienten por esa entrañable escultura, inspiradora de tantísima devoción entre ellos, a la que cada uno quiere llegar de forma individual y exclusiva, tenerla sólo para él, que nadie se sienta o se proclame más pastoreño. Cantillana no se concibe sin su Pastora Divina ni a Ella sin su pueblo. Todo pastoreño siente la necesidad imperiosa de manifestar su piedad popular por Ella, algo que en Cantillana se hace de forma tan natural que, si no fuera por el gran ímpetu y fuerza con la que se realiza, pasaría de la manera más inadvertida y no se haría notar en lo que de hecho es esa explosión de amor y júbilo alrededor de su Pastora Divina.

Basilio Pérez Camacho (q.e.p.d)
Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora nº 12, 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que artículo mas fiel al sentimiento de un pastoreño, aunque haya personas que no lo entiendan.
¡VIVA LA PASTORA DIVINA¡