domingo, 25 de marzo de 2012

La Encarnación del hijo de Dios


Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María.



Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo.


Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.»


María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.


También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.»


Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.

Lc. 1, 26-38



María vivía en la pequeña aldea de Nazaret. En el pasaje de la Anunciación se narra: "(María) El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso tu hijo será santo y con razón lo llamarán Hijo de Dios" (Lc 1, 26-38). Aceptó la maternidad divina; con su "" (fiar) demostró su disponibilidad para aceptar su Palabra y su libre participación en el plan salvifico de Dios. Esta festividad se celebra desde el siglo V en Oriente; Sergio I la promovió en Occidente (siglo VII).

La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium 56) le ha devuelto el carácter cristológico; es la solemnidad del Señor y a la vez de la Santísima Virgen, es la que celebramos nueve meses antes de la Natividad. Iconografía: María escucha atenta al arcángel Gabriel, el Espíritu Santo (paloma) sobre su cabeza y azucenas (pureza).

Esta fiesta es de origen oriental; luego, pasó a Roma en el siglo VII con el título de "Anunciación del Señor". Desde un principio se puso esta solemnidad en el número de las fiestas del Señor: más que la Virgen María, el protagonista es el Hijo de Dios, cuya concepción anuncia el Ángel.

La fecha escogida no se presta para que sea solemnizada. Siempre cae en Cuaresma y a veces durante la Semana Santa. Festejar la Encarnación del Verbo de Dios en María, desentona con toda la temática cuaresmal. Si se hace mención, se debe al recuento hecho de los meses de expectación a partir del nacimiento de Jesús. Esta fecha, pues, está condicionada por la escogida para celebrar la Navidad.

Si Cristo es el protagonista principal de esta solemnidad, la Virgen María no puede dejarse en el olvido. Ella es la que se ve en la Anunciación, la que pregunta y la que da la respuesta generosa de su cooperación. Es por eso que la Iglesia honra también a María, medita sobre el "Si" pronunciado por ella, y profundiza sobre el "Si" del Verbo de Dios: "¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hb 10, 7).

Ave Maria Gratia Plena, Dominus Tecum

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