Como resulta bien sabido, el teatro tuvo un origen religioso, tanto en la antigua Grecia como en la cristiandad. De las fiestas báquicas surgió la dramaturgia grecolatina, y de los ritos navideños y pasionistas (Auto de los Reyes Magos, representaciones vivientes del Calvario) surge también una nueva escenografía. Esa escenografía pasó del templo a la calle, conforme los elementos laicos iban ganando terreno, hasta desembocar finalmente en una representación que ya nada tiene que ver con lo sagrado, dando cabida a temas generales, con preferencia del dolor (drama) o de la risa (comedia).
Al sobrevenir el Barroco ocurre la situación contraria y la liturgia religiosa recibe cierta indudable influencia escenográfica, cuyo máximo exponente estaría en esa liturgia callejera de las procesiones, tan arraigadas en nuestra Andalucía. No podemos olvidar tampoco los famosos Autos Sacramentales que se representaban con motivo de las fiestas del Corpus, sobre unos carros llamados rocas, donde imaginativamente debemos ver el más lejano y conspicuo antecesor de los riscos pastoriles.
Significan una modalidad exclusiva y única de la literatura española, los riscos, a su vez, son una modalidad exclusiva y original de nuestra Andalucía en torno a la popularísima advocación de la Divina Pastora, creada por el venerable capuchino fray Isidoro de Sevilla y que desde el año 1703 se convertirá en la más genuina y original aportación hispalense al nomenclátor mariano, con fabulosa e inabarcable proyección universal.
San Francisco, con la liturgia navideña en Greccio, humanizó la figura del Redentor, acercándolo al pueblo para que éste viera con mayor propiedad las circunstancias de sencillez y de pobreza que rodearon el nacimiento de Jesucristo en Belén. El padre Isidoro, con la advocación de la Divina Pastora, humaniza también la figura de la Virgen para acercarla a las capas más sencillas de la sociedad, dándole a Nuestra Señora los mismos ropajes que usaban las clases campesinas, sin que por ello perdiera su majestad ni su empaque de Reina intercesora. Existe un enorme paralelismo entre ambas invenciones, porque si del ritual franciscano pudieron nacer los populares Belenes o Nacimientos, de la invención del padre Isidoro surgirán con el tiempo los riscos, altares bucólicos para la Novena, que son también una especie de Nacimientos, pero a escala gigantesca y supeditados exclusivamente a la imagen de la Madre del Buen Pastor. Para mayor semejanza, ambos montajes coinciden, además, en su carácter temporal o efímero.
No se debe estudiar ninguna novedad desconectándola de las corrientes ideológicas. Es preciso situarlas siempre dentro del ambiente en que surgieron, para que podamos comprender y valorar mejor sus aportaciones dentro del doble plano espiritual estético. El siglo XVIII supuso un cierto retorno a la Naturaleza. La misma corte de Versalles (que imponía su moda o sello en toda Europa) inició esta corriente como antídoto contra la excesiva y agobiante etiqueta palatina. Piénsese en este palacio francés o en su equivalente español de La Granja, en menor medida también el palacio lusitano de Queluz, donde la arquitectura se complementa con jardines, con espacios verdes y boscosos, con fuentes y juegos acuáticos, amenizados a su vez con esculturas, donde lo decorativo adopta a veces una clara intención simbólica. Piénsese igualmente en los cuadros de Boucher, Fragonard, Nattier... donde los personajes relevantes o aristocráticos gustaban de retratarse dentro de un ambiente idílico. Todo ello, pero a lo sagrado, se da en esta sugestiva advocación de la Divina Pastora, tan rica en connotaciones coloristas (en realidad se trata de un verdadero cuadro escultórico como densa en sutiles e ingeniosas connotaciones bíblicas, las cuales neutralizan y desvanecen cualquier posible asomo de mundanidad, en aras de la más profunda piedad cristiana.
Solamente un alma seráfica, dotada de religiosidad y poesía, pudo imaginar tan lírico paisaje. Porque el risco no es solamente el trono o altar especial para la Novena a le Divina Pastora, sino que es también nostalgia del Paraíso perdido, un canto a la Naturaleza, tan bellamente dispuesta por el Sumo Hacedor. Incluso en los tiempos actuales cuando la civilización del consumo se siente hastiada por tanto materialismo y vuelve sus ojos hacia las montañas y hacia las verdes praderas de lo ecológico, sigue siendo una referencia válida, que ilumina con su encanto y llena por igual los ojos de niños y mayores.
Precedente probable
Llama la atención que montajes similares a los riscos hayan sido utilizados anteriormente para advocaciones que no son pastoreñas, y esto ya era un buen presagio de la enorme aceptación que luego alcanzaron, por su vistoso y ameno colorido. Así consta que desde 1586, en las festividades de la Virgen de la Hiniesta, Patrona del Ayuntamiento de Sevilla, llamaba la atención el aparato escenográfico en que se colocaba la imagen, figurando un paisaje de su aparición en los montes de Cataluña. Para ello se ponía en la capilla mayor de San Julián un precioso risco, cercado de árboles y de retamas, en cuyo centro lucía la Señora rodeada por varias figuras, la principal de las cuales representaba a Mosén de Tous arrodillado, con un letrero en la espalda donde se hacía constar su nombre, y cerca el caballo, del que se suponía había descendido para venerar a la imagen en el momento de su hallazgo. Un perro y varias perdices recordaban el instante en que era perseguida una de ellas por un azor, se refugió donde estaba la imagen y motivó su descubrimiento.
En este risco de la Hiniesta se encuentra, pues, el más antiguo e ilustre precedente de lo que luego serían los altares bucólicos del siglo XVIII. Si nos fijamos bien, no falta ninguno de sus elementos: imagen mariana, paisaje rocoso, arboles y retamas, figuras y animales. Es de admirar que dos advocaciones tan dispares, pero al mismo tiempo tan profunda y genuinamente sevillanas como la Hiniesta y la Pastora, quedaran así enlazadas por una escenografía análoga, de virtual similitud o parentesco. Tampoco deja de llamar la atención el hecho de que la parroquia de San Julián y la parroquia de Santa Marina sean vecinas, lo cual muy bien se pudo traducir en alguna influenza de aquella sobre ésta.
Origen: Los fastuosos montajes en Santa Marina
Siendo la Primitiva Hermandad de Sevilla la referencia imprescindible para documentar el origen lie la devoción pastoreña, pudiera ser que esta corporación suministrara también las pautas para el montaje de los primeros riscos. Las grandes dimensiones de la capilla mayor del templo de Santa Marina favorecieron su escala monumental y la amplia perspectiva de tan espaciosa iglesia le dieron un fabuloso punto de vista, igual que ocurre con el soberbio montaje de la villa de Cantillana, único que aún se mantiene en toda su magnitud y esplendor.
Se conserva algún testimonio fotográfico del risco de Santa Marina que, aunque no excesivamente claro, da cumplida idea de la belleza de aquella fantástica instalación. Tenemos, además, el testimonio del presbítero Manuel Martín Campos, referido al año 1903, cuando la Primitiva Hermandad celebraba el segundo centenario de su fundación: Se exornó el gran templo parroquial de Santa Marina como pocas veces o quizás nunca se ha visto... las columnas y la capilla mayor vistieron riquísimas sedas... se esparcieron por los arcos y el centro del templo más de veinte arañas. La Santísima Virgen se coloca en un monte que se levanta tan amplio como le permite la espaciosa capilla mayor, monte que se prepara anualmente para la novena a modo de cañada esmaltada de flores, (con) adornos propios del misterio; por entre los verdes ramajes y como en el horizonte aparece junto con la tierra el cielo, se levanta cual sol majestuoso el trono para exponer a Su Divina Majestad...
El Adalid Seráfico de agosto 1919 trae esta entusiasta descripción: El esfuerzo, y más que esfuerzo, alarde, realizado este año por la Real Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina, merece una sincera y entusiasta felicitación, porque él demuestra que el entusiasmo y el fervor por la Divina Pastora que legó a la Primitiva Hermandad su fundador el V.P. Isidoro de Sevilla, lejos de disminuir, va en aumento cada día.
Al entrar en el histórico y hermosísimo templo se siente una impresión de magnificencia. En la parte superior del Altar Mayor, sobre fondo de terciopelo grana, se ha colocado al Santísimo sobre un gran aparato de plata, digno de una Catedral Rodean al Santísimo preciosa candelería de plata con tulipas y faroles que sostienen ángeles en forma caprichosa y artística.
En la parte inferior, sobre hermoso risco y en un fondo de damasco celeste con grandes festones de plata en la parte superior en la inferior riquísima gradería y candelería de plata, se había colocado la imagen primitiva de la Divina Pastora, que realmente estaba bellísima. El conjunto de todo el altar era sorprendente y magnífico, y ha llamado poderosamente la atención.
En esta fotografía de 1912 vemos la antigua ubicación del manifestador sobre la Virgen. Sin duda es el Risco uno de los elementos más llamativos de las fiestas pastoreñas. |
A tenor de aquella foto y descripción, la Virgen quedaba instalada hacia la mitad del risco, pues la parte más alta se reservaba para el Manifestador, generalmente sobremontado por una gran corona, donde aparecía rodeado de luces el Santísimo Sacramento. Ni que decir tiene, aquello suponía una complicada estructura oculta, por la necesidad de instalar una escalinata con cierto grado de comodidad y solidez para que el sacerdote pudiera acceder a tan elevado punto, aspecto en el cual no se diferenciaba de otros renombrados y costosos altares de novena, como el del Gran Poder, Pasión, etc. Cuando más tarde la liturgia desaconsejó la Exposición Eucarística en sitios tan arriesgados, muchos de tales altares siguieron conservando el primitivo remate sacramental pero ya de modo puramente decorativo, sin funcionalidad práctica.
Tal medida debió de adoptarse hacia el año 1928, cuando la Hermandad Primitiva de Santa Marina celebró con importantes actos los doscientos veinticinco años de su erección canónica. En la descripción que se hace de las celebraciones dice así: Formaba el altar el grandioso y antiguo risco de la Divina Pastora, estando al lado izquierdo de tan Soberana Señora el Arcángel Señor San Miguel, defendiendo una oveja descarriada, atacada por el lobo infernal... En el sitio de costumbre (se refiere a lo más alto) no fue colocada la custodia y rayos, para el Santísimo Sacramento, por estar dispuesto que sea colocado casi en el plan de altar. Esto da a entender con toda claridad que era muy reciente la normativa para que la Eucaristía se dispusiera en lugares más accesibles. Y a la vez suministra un interesante dato cronológico para tener en cuenta.
Otros casos similares
Un testimonio fotográfico del año 1911 nos permite conocer cómo era el risco de la Pastora malagueña, que en su ciudad recibía el nombre de Huerta (interesante derivación coloquial). Aunque allí la imagen estaba de forma permanente en el altar mayor de su templo, donde presidía como hoy toda la actividad del barrio de Capuchinos, se la sacaba fuera del camarín para los cultos solemnes, poniéndola sobre una tarima muy elevada, que se recubría de corcho y macetas para simular el monte desde el que la Madre del Buen Pastor ejerce su función de conducir a las ovejas por el buen camino. Junto a los candelabros y ánforas de todos los tamaños y materiales, se abría en el centro la montaña con su ladera aupada sobre el manifestador. No había telón de fondo, pero en lo más alto se disponía una enramada cubriendo lo que asomaba de la parte superior del retablo. La Virgen estaba muy artísticamente dispuesta ante su correspondiente árbol, del cual parece que pendía una paloma (detalle que también se veía por aquella época en la propia Cantillana, preferentemente sobre el paso procesional).
Existe igualmente foto, realizada por el Laboratorio de Arte de la Universidad Hispalense, del altar que se le montó a la Divina Pastora del templo sevillano de San Antonio de Padua el año 1924. Lo más notable del mismo es que dos angelitos se disponen bajo el árbol en actitud de coronar a la Virgen, idea del todo conforme a la iconografía ideada por el padre Isidoro. También sigue fielmente la idea del fundador el que una de las ovejitas lleve en su boca una cartela (lejana antecesora de los textos o bocadillos de los comics), simbolizando la oración Ave María, ante la cual San Miguel acude presto en su socorro. Una bonita escultura del Arcángel, seguramente aprovechada de cualquier querubín lamparero, aparecía suspendida con buen efectismo sobre el telón del fondo, que en este caso era liso, sin pintar. La habitual acumulación de velas y flores contrahechas rubricaba con exquisito sello decorativo el impactante montaje.
El doble risco de Cantillana
No exageramos al decir que en Cantillana hay dos riscos, pues aprovechando que la efigie escultórica de la Divina Pastora es de una escala ligeramente más reducida de lo habitual, el propio paso está configurado como un pequeño risco ambulante, según podemos ver ya en una deliciosa y encantadora fotografía de hacia 1905. Esta montaña o escabel procesional incluye diminutas casitas parecidas a un portal de Belén (columnas solitarias o truncadas a modo de paisaje clásico ruinista). Por las escabrosidades de su relieve se distribuían floreci- llas contrahechas, y a un nivel más bajo aparecía el Niño Jesús, aspecto que aún se mantenía hacia 1909, e incluso se potenciaría en años posteriores, conforme se iban ampliando las andas.
En un inventario de 1807 se reseñan ya algunos de los componentes del Risco de la novena: ocho borregos más catorce bichos. Al parecer, tales bichos eran serpientes y un lobo que se ponían acechando a las ovejas. Por una foto anónima de 1912 podemos hacernos cargo de la grandiosidad del aparato de la Novena. El paño o velo del fondo es el que pintó Jiménez Aranda precisamente al cambiar el siglo: 1900. Verdadero telón paisajístico, suponía un notable adelanto con respecto al anterior, que solo figuraba un cielo azul estrellado. Al igual que en Santa Marina, aparecía en lo más alto el manifestador eucarístico, cobijado a su vez dentro de un dosel. Una vez más, la nota distintiva de la época era la abundancia de guirnaldas y ornamentación floral contrahecha, por otra parte muy práctica, ya que al estar distribuida por alturas casi inaccesibles, se hubiera dificultado bastante é. renovarlas en caso de haberse tratado de especies naturales.
Volvemos a tener foto del Risco en 1930, debida al famoso Serrano. Conforme al espléndido y proverbial espíritu cantillanero, todo "ha ido a más"; es decir, ha aumentado. Produce vértigo la altura del manifestador eucarístico, y nada puede extrañar la sabrosa apostilla con que Florencio Arias Solís dedica en la foto en cuestión en el libro Pastora de Cantillana. Memoria de una devoción (2001): Para acceder hacia esa altura había por detrás una escalera de madera por donde subía el cura acompañado de un monaguillo; según las normas litúrgicas, tenía que llevar la campanilla y vela encendida. Se sabe que cada año, en acción de gracias por no haber ocurrido ningún percance, la mayordoma, por su cuenta, costeaba una misa. Teniendo en cuenta lo que anteriormente dijimos de que en Santa Marina, en 1928, ya se exponía la Eucaristía obligadamente sobre el plan de altar, pueden ocurrir tres cosas: Que el manifestador sea ya puramente decorativo; que en Cantillana todavía no se hubiera aplicado tal disposición litúrgica y continuara inadvertidamente la costumbre, por el tradici.nal talante conservador de los pueblos; o que la foto pueda datarse en realidad un poco antes.
Detalle curioso de 1935, según otra foto de Serrano (esta vez el Risco sí parece mostrar cierta recesión en su ornamento, probablemente por la inseguridad política): la inclusión de una especie de pequeña capilla, con su espadaña y campanitas, totalmente anacrónica pero llena de gracia naif popular.
Una fotografía de Albarrán, fechada en 1944, muestra la evolución del conjunto para adaptarse a la liturgia. Desaparece el dosel de la cúspide y se potencia el árbol que va detrás de la Señora. El manifestador eucarístico se coloca ya sobre la propia mesa de altar o ara. Aumentan las casitas o maquetas arquitectónicas del paisaje, y entre el boscaje aparece ya claramente la figura de San Miguel, que no acertábamos a descubrir con tanta nitidez en las fotos anteriores. Por esta época se puede seguir hablando también del otro risco, el procesional, pues al no existir canastilla en las andas, seguía siendo preciso disponer de una peña de cierta altura para lucir mejor la efigie. A partir de 1958, con la introducción de la canastilla de plata, se redujo el tamaño de este risco vicario.
Las últimas novedades de interés en el risco de la Novena fueron la inclusión de las flamantes piezas de orfebrería adquiridas por la hermandad (frontal repujado por el taller de Seco Velasco en 1951, candeleras, etc.) y la renovación del fondo o telón pintado por otro que entona muy adecuadamente con la perspectiva, casi borrando los límites entre la realidad y la lejanía.
Declaración de Bien de Interés Cultural
Acertadas disposiciones administrativas, de fecha muy reciente, pretenden declarar como Bien de Interés Cultural aquellos comercios, establecimientos o instalaciones que gozan de cierto carácter, con el fin de preservar su ambiente y características. Parece que entre estos bienes se estudia incluir también los retablos cerámicos de las hermandades, que en tanta abundancia adornan el exterior de las iglesias y que gozan de una permanencia garantizada por el fervor de sus propias hermandades. Con muchísimo mayor motivo, pensamos nosotros, debiera solicitarse la misma declaración para el risco de la novena de Cantillana, considerando que ya es el único que se mantiene con su antigua opulencia dieciochesca; que se trata de un verdadero monumento de carácter popular, en homenaje a la más genuina advocación de cuantas pueblan el nomenclátor mariano de Sevilla y de su provincia; que el risco tiene un carácter efímero, por lo cual aumenta su singularidad y la necesidad de preservarlo, de cara a las futuras generaciones; y que, en fin, sería un merecido reconocimiento al fervor y al arte con que el pueblo de Cantillana rodea todas sus manifestaciones en torno a la Divina Pastora.
Hace algún tiempo, expusimos la conveniencia de crear en la villa un museo sobre dicha advocación. Seguimos insistiendo en la idea, pero ahora además pedimos la declaración de Bien de Interés Cultural para su risco. ¿Qué menos podríamos solicitar cuando se cumple precisamente el tercer centenario de tan entrañable y amadísimo título?.
Juan Martínez Alcalde
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