martes, 6 de noviembre de 2012

Pastoreño de Corazón (II)




Concepción Ortiz Macías

Traemos en el día de hoy a esta sección,  una gran pastoreña de corazón, Concepción Ortiz Macías, conocida por todos sus vecinos como “Conchi la de las vacas”. Concepción nació en el año 1937 entre los plenos efectos devastadores de una guerra civil que  empezaba a tocar fin y ante una posguerra llena de penurias que le dejó marcado el espíritu y su forma de ser.  Siempre vivió en el número 8 de la actual calle Cristo de la Misericordia, un número y una calle que tienen mucho que contarnos sobre esta pastoreña.
La zona antigua de la Iglesia siempre ha escondido entre sus calles a pastoreñas humildes y anónimas como la que en esta ocasión tratamos. Detrás de los muros de cualquier casa se cuece un intenso “pastoreñismo”, que hierve con la fuerza de la fe más pura. Éste es el caso de Concepción, pastoreña del día a día y no solo de septiembre, pastoreña desde el silencio y desde la humildad, esa que desprende su casa con tanto sabor a antiguo. El título le venía con fuerza heredado de su madre, Rosalía, otra mujer del barrio que solo vivía para su Virgen y para su hermandad.

Supo vivir de sí misma, pues se dedicaba a la confección de ropa como medio de vida,  pero sus manos también estuvieron al servicio de la Pastora.  Por ellas pasaron decenas de  paños de altares que arreglar, arrugadas telas que ella dejaba nuevas tras el planchado o cientos de banderitas rojas y gualdas para el exorno de la calle Iglesia y cuya mano de obra nunca quiso cobrar. Hasta su muerte, fue la encargada del exorno de su  propia calle, lo que consideraba todo un ritual de los últimos días de agosto, un auténtico día de fiesta que significaba el pistoletazo de salida de un nuevo septiembre. Cuentan sus vecinas que tras los cultos, Conchi guardaba las banderas mientras se escapaba de sus labios y entre suspiros, la misma interrogación de todos los años: “Pastora Divina, ¿quién estará aquí para ponerlas al año que viene?”.

Por muchos son recordados los típicos sombreritos de cuerda que ella misma hacía a mano y que vendía durante la Romería. Verlos colgados de las paredes de su casa siempre fue motivo de admiración para los niños de aquel barrio, al igual que lo era y es su casa, un auténtico santuario en honor de la Pastora. Todo los rincones de su hogar son testigos de la Fe pastoreña, ni el mismísimo Nacimiento que instalaba, popular y añejo donde los haya, quedó ajeno a su devoción, debido a la infinidad de ovejas que curiosamente, cada año aumentaban en número.

Su vida giró en torno a la hermandad para la que siempre existieron halagos,  nunca faltó a un culto a los que llegaba la primera y marchaba la última. No hubo un solo día de su vida que no traspasara el dintel de la parroquia con las ansias de ver a su Pastora o a su Cristo de la Misericordia, ni un solo día sin orar ante el Santísimo Sacramento al que siempre honró en su puerta con cientos de macetas en la mañana del día del Corpus o el último día de novena.

A pesar de no haber tenido descendencia, junto a ella crecieron dos de sus vecinas, María José y Guadalupe Ramos Parra, a quienes les transmitió todo su amor y cariño, el mismo que ella recibió de estas dos hermanas que hicieron las veces de hijas.

Conchi murió a los 74 años de edad, fue un 28 de agosto, probablemente el mismo día en el que ella solía salir a su calle para poner las banderas. Pero la casualidad o el destino quiso ir más allá, porque  aquel día, en el interior de la Parroquia se comenzaba a elevar el Risco, el mismo en el que seguramente se encuentra su alma, como una oveja más, encaminada hacia esa cúspide donde está sentada la Pastora.


Cuando en la madrugada del 8 al 9 de septiembre, el paso de la Virgen se posa en su puerta al venir de regreso, un escalofrío recorre el cuerpo de todos aquellos que la conocíamos porque sabemos que ese momento le daba la vida. Y es que la Pastora a todos nos da la vida, así lo dice la leyenda que sostienen los ángeles del cielo del camarín “Yo doy a mis ovejas la vida eterna”. Se ruega a todos los lectores una oración por su alma, que la Divina Pastora de las Almas la tenga en su Gloria. D.E.P.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso articulo, una pastoreña que desde su anonimato hizo cuanto pudo para engrandecer nuestra hermandad.

Anónimo dijo...

Una pastoreña que siempre asistía todos los eventos de la Pastora.

Anónimo dijo...

Muy elocuente el ejemplo de Conchi, una pastoreña humilde que dentro de su anonimato colaboraba mediante sus posibilidades por su Hermandad, que la Pastora Divina la acoja en el risco del cielo.

Anónimo dijo...

Conchi fue mucho más que la vecina de mi abuela. sin duda una pastoreña de corazón que aún parece que en cualquier momento se asomara a la puerta y al verme hablarme y preguntarme por su único tema, su Pastora y su hermandad. Conchi nunca se fue. Ella vive presente en cada bandera nacional de la calle cristo de la misericordia. Que la Pastora Divina la tenga en su rebaño eterno.