lunes, 12 de noviembre de 2012

Pastoreño de corazón (VI)


Carmen Macías Barbero


Hoy traemos a esta sección una pastoreña de corazón que permanece en el recuerdo de todos, Carmen Macías Barbero, conocida como Carmen “la de Casilda” o “la de tamborilla” haciendo alusión al apodo de su marido.

Quien tuvo la suerte de conocerla pudo descubrir el pastoreñismo en estado puro que desprendía, porque ella antes de ser Carmen, era pastoreña. Y si no, que se lo pregunten a sus cuatro hijas, las herederas legítimas de una devoción que es la única protagonista del que fuera su hogar en la barriada pintor López Cabrera. En aquella casa se respira el orgullo de ser pastoreño por doquier, porque allí entre su familia, Carmen dejó bien inculcado el amor por la Pastora, la Virgen que lo fue todo en su vida. Pero había otra gran devoción a la que también se agarraba con fuerza en los momentos difíciles, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, tras cuyo paso de promesa, marchó descalza con una vela durante más de cuarenta años.

Carmen nació en el año 1929 en una familia humilde pero que atesoraba la mejor riqueza a la que puede aspirar un cantillanero, ser de la Pastora. No tuvo una vida fácil pero su carácter y su forma de ser tan decidida, le hicieron salir adelante junto al que fue su marido y compañero inseparable hasta su muerte, Manuel Sayago Q.E.P.D.

Su peculiar forma de ser y su intención por manifestar en todo momento su pastoreñismo, le imprimió en Cantillana el calificativo de “muy pastoreña”, así lo demuestra una vida entera de fidelidad a la Pastora y a su hermandad reflejada en cientos de anécdotas y situaciones que no solo  nos cuentan su familia sino también otras muchas personas que la recuerdan con añoranza.

Carmen en más de una ocasión lo dio todo por su Pastora, la más mínima riqueza adquirida con esfuerzo y dificultad siempre prefirió donarla. Nos cuentan las veces que se quedó sin nada por darlo en el pedido de la hermandad, o la vez aquella que en vez de comprarse unos zapatos con lo ahorrado, lo donó para la virgen, aun teniéndolos rotos; o el año que empleó todo el dinero que sus hijas habían ganado trabajando en el algodón, para contribuir a sufragar el coste de la restauración de la Imagen de la Pastora en 1978. Actos como éstos, que nos conmueven el alma al escucharlos, son los que caracterizan la idiosincrasia de Cantillana, querer mostrar a la Virgen el amor que se le tiene a través de “darlo todo por Ella”.

Por todos fue conocida la forma de exteriorizar su fe y devoción, las continuos piropos que salían de su boca cualquier día del año, ante cualquier fotografía de la virgen con la que incluso entablaba una conversación de madre a madre. Porque Carmen no era pastoreña de septiembre sino de todo el año,  por eso en cada suspiro, en cada instante de su existencia, la virgen estaba presente, al fin y al cabo su vida no tenía sentido sin la Pastora. Sus efusiva forma de piropear en público a la Virgen se nos ha grabado a todos en la mente, a nadie se le olvida su voz gritando las alabanzas más bellas y hermosas que se le pueden ocurrir a una pastoreña, una práctica tan propia de Cantillana y que han heredado muy orgullosamente sus cuatro hijas.

Bien le enseño a su familia que el día mas grade es el 8 de septiembre, ningún otro del año se disfruta más en esa casa. Con el primer cohete a eso de las siete de la mañana, Carmen se levantaba entre estertores, y a las ocho  y media ya estaba sentada en la iglesia, enjoyada con sus mejores galas y dispuesta a presenciar desde la misa de alba hasta la salve de la función principal, lo que suponían más de 4 horas sentada. Pero todo le parecía poco, por eso nunca se imaginó un día 8 sin estar junto a la Pastora, ni incluso el año en que murió su madre, en 1983, ocasión que decidió ir tras el paso de promesa guardando un luto que  por aquellos años parecía  impuesto socialmente como de obligado cumplimiento. Pero cuando llegó al arco de Carmelita Blázquez (pues ese año se cambió el recorrido para que pasase por allí), se cansó de guardar silencio, decidió entonces dejar la promesa a un lado, y se cambió de lugar para poder verle la cara, rompiendo a decir vivas con la intensidad a la que nos tenía acostumbrado.

Solía contar que durante la Novena no quería responsabilidades ni tareas que hacer, esos nueves días eran para dedicarlos exclusivamente a la Virgen, por eso al entrar septiembre guisaba las nueve comidas correspondientes y las congelaba con la intención de no tener que salir corriendo de la Novena para preparar la cena. También en más de una ocasión le gustaba recordar la anécdota que le ocurrió un año durante la Novena del día 9, resulta que estando en la Iglesia, vio corretear a una paloma del día anterior, de esas que se suelen quedar en el paso, cuando tuvo ocasión la cogió, se la guardó como pudo y al finalizar la novena se la llevó consigo orgullosa de poseer una paloma del día de la Pastora.

Nunca fue al rosario con mantilla porque sus posibilidades económicas no se lo permitieron, pero si fue al de la aurora hasta ya avanzada edad, de hecho un año se desveló a eso de las dos de la mañana y con la precaución de no quedarse dormida, se vistió y marchó hacia la parroquia con tres horas de antelación. Siempre fue la primera en acudir a todo lo organizado por su hermandad, desde las novenas, el triduo de mayo hasta el último festival recaudatorio, y  no en pocas ocasiones la vimos esperar en la puerta de la Iglesia a que el sacristán abriera. Precisamente tener que empezar a faltar a todo ello fue su gran pena cuando por la edad, sus piernas empezaron a debilitarse. El último 8 de setiembre en vida, y ya con la salud debilitada, hizo un esfuerzo sobrehumano para bajar al llano y verla pasar, lo hizo porque las cosas de la Pastora le daban fuerzas y vida, por eso siempre decía que al llegar septiembre le desaparecían todas las dolencias que padecía durante el año.

En su boca siempre las siete letras del dulcísimo nombre de Pastora, en su boca siempre la intención de ensalzar a su hermandad, jamás la criticó negativamente sino al contrario, así lo aprendieron sus hijas y así lo expresan, haciéndonos hincapié en el deber de todo pastoreño de contribuir al engrandecimiento de la institución. En su mente siempre estuvo presente esa cara tan divina de la que estaba enamorada, tanto que su mayor pena no era morirse, pues no temía a la muerte, su mayor tristeza era dejar de ver la cara de la Pastora, por eso le horrorizaba pensar que un día tendría que cerrar los ojos, para no volver a ver el rostro prefecto de la Virgen de sus amores. Pero “… la Virgen que está en el cielo, hablando con Dios ahora tiene la misma cara que mi Divina Pastora… ” así lo dice la letra de una plegaria del coro de la hermandad, precisamente por ello merece la pena el tránsito de la muerte, para poder ver a la Virgen en ese camarín celestial desde donde pastorea a todas las almas, entre ellas y no nos cabe duda, la de Carmen.

Murió a los 80 años de edad, un 4 de abril de 2009, pero dejaba bien asegurado el futuro de su pastoreñismo con sus 4 hijas, 5 nietos y en la actualidad un bisnieto al que no llegó a conocer. El pueblo pastoreño sintió su pérdida porque se marchaba una pastoreña de la cabeza a los pies, una de esas que no se olvidan por más que pasan los años. Que la Divina Pastora la tenga en su gloria. D.E.P.
Se ruega al lector una oración por el eterno descanso de su alma.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pastoreña muy genuina, de la que guardamos infinidad de recuerdos muy gratos, e incluso llenos de humor algunos, porque Carmen era una mujer muy sencilla y graciosa. Que la Divina Pastora la tenga en el Risco del cielo junto a Ella.

Anónimo dijo...

Una pastoreña sencilla sin animos de tener protagonismo sino ensalzando a la Pastora Divina, su amor hacia ella era su riqueza mas preciada, muchos la recordamos con cariño, porque vivia con mucha intensidad las cosas de su Pastora.

Anónimo dijo...

Una Pastoreña de verdad!!

Anónimo dijo...

Una pastoreña de las de siempre, con la humildad y sencillez que de seguro gustan a nuesta Pastora Divina.

Anónimo dijo...

Muy emotivo el articulo, me ha hecho llorar, y recordar muchas anegdotas de esta pastoreña popular a la que concí mucho y ahora a su familia.

Esta es una iniciativa muy bonita porque así se reconoce la labor de muchos pastoreños fuertes, pero que no han estado en primera linea y a los que hay que agradecerles tanto.