viernes, 30 de agosto de 2013

Una década del pregón del III centenario.


Como Pastora que se sueña

[...] Este tercer centenario también tuvo a Cantillana como escenario cuando el pasado día 24 de junio, después de la función, transcurrió en solemne procesión el boceto-relicario del primer icono y primera imagen de la Divina Pastora en el mundo. Fue durante la procesión por nuestras calles cuando mentalmente me trasladé al que sería primer instante en que se inició la devoción a la Divina Pastora en Cantillana. ¿Os lo imagináis?

Pensad por un momento que María Santísima con el título y oficio de Divina Pastora de las Almas en algún momento de la historia tuvo que llegar aquí. Y de su devoción, ¿qué fue lo primero que nos vino y nos llegó? Remontándonos al Génesis diríamos que “al principio fue la Palabra” y en la devoción pastoreña, también lo primero fue su nombre, su advocación, su palabra.

Pero, ¿cómo y cuándo sucedió este hecho? Porque algún día tuvo que haber sucedido. [...] Pongámosle una fecha concreta al histórico inicio de la devoción pastoreña en Cantillana. Pensadla. Pensadla y veréis que no pudo ser otro día. Pensadla y descubriréis que no fue por casualidad, sino que por su causa Cantillana es el único sitio donde se festeja, ¡y cómo se festeja!, el bendito día del nacimiento de María Santísima y de la devoción pastoreña.

Que no, que no es posible contemplar ni imaginar otra fecha en nuestro calendario pastoreño que la del 8 de septiembre de 1703.

¡Ea, pues ya está puesta la fecha, en la que la devoción a la Divina Pastora llegó a Cantillana!

Los de siempre dirán que no hay documento que así lo atestigüe, que no hay papeles, ni existen históricas referencias. Bueno ¿y qué? Ni falta que le hace a nuestra fe pastoreña. Una fe de tan absoluta certeza, que proclama con plena convicción que Cantillana es pastoreña desde que fray Isidoro la devoción inició en la sevillana Alameda.

Que así tubo que ser. Y así tubo que suceder cuando los parientes de fray Isidoro, los condes de Cantillana, supieron de la recién nacida advocación.

Pudo ser por una carta o por un emisario o por una visita de los condes a su familia en Sevilla o de los Vicentelo de Leca a Cantilla... ¡Qué más da! Si lo importante fue que la devoción aquí llegó y ante la noticia el fervor fue incontenible.

Todo medio comunicador, vibrando con la noticia que desde El Palacio corrió por la villa: los señores condes marcharían a Sevilla para asistir al primer rosario, en el que su sobrino mostraría la imagen de la Divina Pastora y predicaría su devoción.

Y ya tenemos aquí al primer grupo de mujeres reuniéndose, matriarcado cantillanero de las Sarmiento, de las Solís, de las Arias, de las Sáez de Tejada... Ya tenemos a las mujeres que recién sabida la noticia se dirían: “Y ahora ¿Qué hacemos?” Y se responderían: “vámonos al Llano y contrataremos una diligencia que nos lleve a Sevilla”.
Hoy hace diez años del pregón del III centenario, pronunciado
por Rafael Mejías en la Casa de la Cultura

Y con esa diligencia se organizaría la primera salida en pos de la Divina Pastora, preludio de tantas y tantas salidas en autocares, arropando los pastoreños a su titular, a su simpecado y a su hermandad.

Entre trajines, entre idas y venidas, saldría ya la comitiva. Hasta San Gil llegarían los condes y ese grupo de cantillaneras, entrando en medio de un aire de ofrenda, aquel día de la Natividad de la Virgen, encendida mecha del pastoreñismo.

A la salida procesional del santo rosario, no hay que suponer, como el Padre Isidoro se emocionaría ante la cantillanera compañía, excepcionales testigos de tan histórico momento.

No hay que imaginar, cómo palpitaría fray Isidoro cuando en la Alameda descubrió el lienzo de su Divina Pastora, en recreación filial y maternal, al tiempo que en realeza celestial. No hay que decir sobre su temblor, cercano al éxtasis mariano y devocional, en las enardecidas palabras de su primer sermón pastoreño.

Sus ojos llorando

por la Pastora que su ojo sueña,
llorando, por tanta Pastora dentro,
por tanta Pastora que se entrega
y saliendo,
encontrándose con sus ovejas.

Todo corazón, pastoreño era.
Todo de la Pastora hablaba.
Todo pastoreándose a su vera.
Todos apacentados,
pastoreados por Ella
en rediles, queriendo verla.
Todos ante su imagen
asombrados por su presencia,
cuadro inmediato
para contemplarla más de cerca,
arrodilladas almas
de los primeros pastoreños
en la Alameda.

Transfigurados los condes,
convertidas ya
las mujeres en pastoreñas,
regresarían a la villa

trayendo la advocación de cosecha,
portando en sus corazones
la devoción tan nueva
como semilla y reliquia
en adolescencia.

...Era en septiembre,
cuando el campo verdea
nos llegó su nombre
como fruto a esta tierra.

Era en septiembre,
cuando el cielo despierta
comenzó a correr
su nombre por nuestras venas.

Y te conocimos, María.
Te conocimos
como Pastora que se sueña,
Divina Zagala
que entre nosotros te quedas,
¡Que gozo, si ya tenemos
quien nos apacienta!

Era el 8 de septiembre
-tres siglos se celebran-
cuando vino su devoción
y su nombre aquí se asienta
desembocando en las gargantas
que despiertan
pronunciando su nombre
aquellas primeras pastoreñas
en palabras tan santas
que en la villa se esparcen y se elevan
como el más bendito grano
de siembra:
“Pastora,
Pastora y Reina,
Madre del Buen Pastor y
madre nuestra,
Divina Pastora de las Almas y
Pastora cantillanera.”


Rafael Mejías Esteban

(Fragmento del pregón pronunciado por Rafael Mejías Esteban, el 30 de agosto de 2002en la Casa de la Cultura, con motivo del tercer centenario del inicio de la devoción a la Divina Pastora)

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