miércoles, 22 de octubre de 2014

Museo de la Divina Pastora


Desearía aprovechar las páginas de esta acogedora revista para exponer una idea que, a mi modesto entender, solamente la puede realizar el pueblo de Cantillana y, en concreto, los numerosos devotos de la Divina Pastora, movilizados por su hermandad. Se trata de recuperar (aunque con otro estilo y contenido) aquel museo sobre la advocación que hacia los años cincuenta o sesenta creó el Padre Árdales en el Convento Capuchino de Sevilla, sin duda el mayor conjunto artístico e iconográfico reunido jamás sobre la Madre del Buen Pastor, y que después de la muerte de dicho religioso sería tristemente desmantelado y hasta enajenado, sin bien persiste lo fundamental de aquel núcleo.

Pero en este caso, se trataría de crear un museo específicamente cantillanero, con todo lo que el pueblo representa y comporta. El pueblo más pastoreño de toda la tierra está moralmente obligado a erigir lo que sería un verdadero monumento cultural y etnológico en torno a la advocación tan amada. Insisto que eso solamente podría hacerse aquí, por lo cual sería también un monumento único, un referente obligado dentro de las tradiciones andaluzas.

Como primer paso habría que buscar un edificio adecuado o erigirlo de nueva planta, con la suficiente amplitud y categoría para que fuera digno de su contenido. Una vez obtenido este edificio (cosa difícil pero superable para el entusiasmo pastoreño), lo demás casi vendría rodado, porque ya solamente se trata de exponer de la forma más atractiva posible su riquísimo e incomparable patrimonio, enfocado desde varias perspectivas: religiosa, artística, iconográfica, cultural, costumbrista, antropológica, etcétera.

El conjunto, incluso ya desde nuestra imaginación, promete ser algo grandioso. Allí tendría cabida todas las piezas litúrgicas, tanto de culto externo como interno. El paso de Nuestra Señora, la carreta para la Romería, Simpecados e insignias, cuadros, carteles y convocatorias, fotos y elementos del Risco, incluyendo hasta sus elementos más menudos o anecdóticos: El arcángel San Miguel, el pequeño castillo (deliciosa pieza de juguetería arquitectónica); audiovisuales mostrando la procesión y el momento cumbre en que se le quita el sombrero a la Virgen, las calles engalanadas e iluminadas, paso del Viar en la Romería, etcétera. Incluso podría haber maniquíes con algunos de los más bellos trajes camperos que se utilizan en esta romería, dándole así una dimensión típica e inequívocamente andaluza.

Como es natural, un rincón del museo, debería reservarse para exaltar la memoria del Cardenal Spínola, recordando la relación que tuvo con esta imagen y otro (que muy bien podría llamarse Sala de la Fraternidad), estaría dedicado a las demás imágenes de la Divina Pastora veneradas tanto en Sevilla como en el Mundo católico, mostrándolas en fotos para dejar bien patente el alcance y dimensión universal obtenida por tan popularísima advocación. También podría incluirse medallas y recuerdos de las distintas hermandades, gráficos, índices o mapas descriptivos, hemerotecas y recortes periodísticos, colección de estampas y grabados antiguos, etcétera. Siendo los mantones de Manila una artesanía ligada a Cantillana, también podría exhibirse una muestra selecta, por el colorido e indudable prestancia que tales prendas otorgan a sus fiestas.

Dicho museo (para el cual muy bien podría recabarse las pertinentes ayudas administrativas, al tratarse de una verdadera institución o bien cultural), sería además el lugar idóneo para recoger con carácter definitivo y con carácter transitorio a manera de depósito, mucho de los objetos (cuadros, pinturas, azulejos, documentos, fotografías, reproducciones escultóricas) que atesoran los particulares de Cantillana, ofreciéndole así un sitio inmejorable para exponer tales y tan preciados recuerdos, garantizando al mismo tiempo su conservación.

Ni que decir tiene, será un museo vivo, no una mera exhibición pasiva, donde se insistirá que el carácter espiritual que ofrece su contenido, un centro de irradiación de los amores cantillaneros, donde se trabajará además para extender y propagar la devoción a la Divina Pastora. Por tanto, tendrá también –Como complemento necesario e impensable– un pequeño rincón dedicado a la venta de libros, folletos y recuerdos.

Son tales el cariño y el celo con que la población acoge cualquier iniciativa para honrar a la Celestial Zagala, que nosotros ni siquiera ponemos ya en duda la posibilidad de que tal museo se haga realidad en el futuro. Y cuando este inaugurado, sentiremos el orgullo de saber que será cosa única en su género, con derecho a reclamar un puesto de honor entre las instituciones entre las instituciones museográficas más originales e insólitas.

Nota: Cuando ya estaba escrito este artículo, se ha celebrado la muestra sobre la Romería en la Diputación sevillana, que casualmente recoge buena parte del patrimonio sobre la Divina Pastora. El enorme éxito del publico obtenido por esta exhibición y los favorables comentarios sobre la misma, no hacen sino reafirmarnos en nuestra idea de que todo el patrimonio sea expuesto de manera permanente a través de un museo.

Juan Martínez Alcalde

Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora nº 6 (2001)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE LEJOS ESTA TODO ESTO DE LA CRUDA REALIDAD

Carlos dijo...

Este es el museo que le pega a la hermandad de la Pastora. Una gran propuesta de una gran persona a la que le debe agradecer mucho las hermandades de gloria y las hermandades pastoreñas.

Anónimo dijo...

Que pena que esta y tantas otras cosas no se hagan realidad.