lunes, 18 de abril de 2011

Dos cayados de oro para la hermandad de la Divina Pastora de las Almas de Cantillana

Joyería contemporánea al servicio de la orfebrería tradicional Todo oficio artístico necesita de un desarrollo técnico para hacer forma material -esto es, realidad- la idea abstracta e ideal que la mente creativa es capaz de imaginar. Esta regla es insoslayable en toda la historia del arte universal, siendo cada tiempo y época particular la que aporta esa técnica, que el avance científico va generando en cada momento. Desde las tierras trituradas y mezcladas que usaban los maestros que intervinieron en las cuevas prehistóricas de Altamira o Lascaux, a las más recientes creaciones digitales de los contemporáneos, los hombres han usado los medios a su disposición para expresar esa otra realidad espiritual que es sólo propia del ser humano y que por convención llamamos arte. Dar más validez a una técnica sobre otra, independientemente de su resultado, sería como pensar que un poema es mejor por el hecho de ser escrito a mano o a máquina de escribir. Antes de usar las herramientas de hierro, los artesanos de otras épocas los usaron de bronce y aún antes de sílex. Naturalmente, el resultado artístico siempre ha diferenciado a un Fidias, a un Cellini o a cualquier gran maestro de la historia del arte de cualquier otro que nunca consiguió esa conexión directa y efectiva de mente-mano-herramienta-materia. Cuando nos planteamos la realización del nuevo cayado en oro para la Divina Pastora de Cantillana partíamos de una posición muy ventajosa, ya que la idea, el diseño, presentado por la hermandad, obra de Luis Manuel López Hernández, ya estaba más que meditado y ultimado, con lo cual sólo quedaba la sencilla tarea de darle forma material. El dibujo ya implicaba unas pautas de realización. Su diseño aúna reminiscencias organicistas y naturalistas, con la más rancia tradición de la orfebrería barroca ejemplificada en los diseños de orfebrería de los cuadros de Valdés Leal (ver la Santa Paula del museo Tessé de Le Mans o el Santa María Magdalena, San Lázaro y Santa Marta de la Catedral de Sevilla). Esa mezcla de modernidad y tradición, de modernismo, art nouveau, fin de siecle con barroco y gótico, es uno de los aciertos de la pieza, y por lo tanto marcaban el camino. Era en la joyería de finales del siglo XIX y principios del XX donde estaban las claves de realización de la pieza, la gran tradición modernista -fundamentalmente catalana y francesa, con Masriera y Lalique- nos daban ejemplos claros en cuanto a terminación y aspecto de ese tipo de piezas. Por lo tanto esto, junto con el gran volumen y aparatosidad que queríamos conseguir y la proliferación de piedras preciosas con su variedad de engastes, nos hicieron decantarnos por la microfusión a la cera perdida, para la cabeza del cayado, y el tubo cincelado para el vástago del mismo. La técnica de la fundición a la cera perdida se conoce desde la edad de bronce. Esta consiste en crear un molde en cera para después, recubriéndolo de un material refractario, fundirlo y dejar su negativo, su vacío, que después irá a rellenar el metal colado. Evidentemente, hoy existe maquinaria para la microfusión que consigue terminaciones idénticas al modelo, y unos gruesos que pueden llegar a 0,3 milímetros. Gracias a esta técnica, se consiguió, por ejemplo, la textura de la rama que hace de alma de la cabeza o las hojas rizadas del lirio lateral. También tuvimos la posibilidad de jugar con distintos colores de oro, rosa para la rosa y blanco para el emblema de María o el interior de los pétalos del lirio. Decir también que aproximadamente el 80 por ciento de la joyería actual, industria principal de Córdoba, mi ciudad, se realiza con la técnica de la microfusión. Otro aspecto a destacar de su realización fue el engaste de la infinidad de brillantes y piedras preciosas que enriquece el cayado. Pavés de brillantes y zafiros amarillos, centros y chatones de rubíes y esmeraldas, y engarces de coral, hacen un repertorio de las técnicas modernas de engaste de piedras preciosas. Es en la mariposa de la cabeza del cayado donde mejor se pueden apreciar todas ellas, aparte de poseer las mejores gemas de la pieza, ya que los rubíes y, sobre todo, las esmeraldas colombianas de sus alas son de una calidad algo fuera de lo común. Perlas cultivadas y naturales engarzadas una a una aportan también su valor estético y simbólico a la obra, junto con una rama de coral natural. En fin, satisfacción es la palabra que puede definir el estado de ánimo de quien suscribe al terminar una pieza de estas características. Satisfacción no sólo por el resultado del trabajo, también por la relación de amistad, afecto y complicidad que enseguida mantuvimos con muchos hermanos pastoreños, que creo va más allá del terreno laboral y que es casi imprescindible para el resultado final de un trabajo de este nivel. Todo un despliegue de técnicas, un catálogo de metalistería contemporánea y amor, mucho amor, para amalgamar todo eso y ponerlo a los pies de quien siempre tiene la última palabra. Sirva mi trabajo también de humilde ofrenda a la Divina Pastora de Cantillana.

Manuel Valera Pérez Modelista, diseñador y orfebre Autor del nuevo cayado de oro de la Divina Pastora.

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