domingo, 6 de mayo de 2012

Joaquín Turina y la Divina Pastora de Cantillana


En 1900, Turina compone la plegaria A la Divina Pastora, su única creación dedicada exclusivamente a una imagen de Cantillana.

Si los grandes acontecimientos se miden por las huellas que dejan marcadas en nuestro diario acontecer, proyectándolo irremisiblemente hacia lo excepcional, como tal, tendría que calificar éste, muy justamente y con todos los honores, pues así y no de otra forma se puede enmarcar un hecho que ha significado para mí una de las mayores satisfacciones de mi vida en el plano profesional –como historiador que soy– por cuestiones obvias, pero si cabe y aún más, en el personal, siempre envuelto y cimentado en las raíces de un sentimiento que el paso de los años hace cada vez más firme y perdurable, ya superadas las absurdas y caducas leyes de incompatibilidades, actuando como eje motivador para unas tareas que, por demasiado tangibles y terrenales, no siempre el espíritu acepta de buen grado.



Desde hacía muchos años tenía conocimiento sobre la posible existencia de una composición de Turina dedicada a nuestra Divina Pastora de Cantillana. Sin embargo, dicha partitura no aparecía en el archivo musical de la hermandad. Sólo en el índice del antiguo libro de música de la Hermandad de la Divina Pastora, recopilado por Manuel Carretero, aparecen reflejadas unas Coplas a la Divina Pastora por Joaquín Turina.


En las continuas conversaciones con mi buen amigo Florencio Arias Solís, en las que como casi siempre, nuestra querida Pastora se convierte en el centro de las mismas, valoramos muy seriamente la posibilidad de llevar a cabo algunas investigaciones encaminadas a localizar la antigua copla de Turina que, según antiguas y ya más que fidedignas fuentes orales, daban por salida de las manos de tan ilustre compositor. Las continuas alusiones de sus abuelas, Manuela Espinosa Sarmiento y Santos Saenz de Tejada y López, así como las de sus tías Asunción y Pastora Arias Espinosa, tan pastoreñas todas ellas, a la copla de Turina, no se borraron nunca de su prodigiosa memoria, haciéndome partícipe de ellas al cabo del tiempo.


Ocupaciones laborales y personales fueron aparcando de forma intermitente nuestro objetivo aunque, eso sí, nunca cayó en el olvido y, bien juntos o por separado, no cejamos en nuestro empeño.


El día 28 de enero de este año de 2004, en el que si no estoy mal informado se sigue celebrando a Santo Tomás de Aquino, en compañía de Mercedes, mi mujer, me dirigía a un añejo taller de encuadernación situado en la antigua collación de Santa Catalina, en el casco antiguo de la ciudad de Sevilla. Nuestra endémica impuntualidad se tornó en providencial y el casual incumplimiento de un simple horario comercial hizo que nos fuésemos a hacer tiempo a una librería cercana para satisfacer una de nuestras grandes aficiones, como es la bibliográfica. Ojeando los lomos de los libros que descansaban sobre sus anaqueles, reparamos enseguida en unos sobre el gran músico Joaquín Turina, siempre presente, por su hasta entonces supuesta relación con la Pastora de Cantillana. Advertida mi mujer sobre tan deseada vinculación, sugirió, siempre llevada por su gran intuición, que no desperdiciáramos tan casual oportunidad y que mirásemos con lupa página a página las hojas de aquellos polvorientos libros. Receloso por las posibilidades que una sarta de casualidades pudieran poner ante mí para facilitar la labor en mi difícil empeño, desconfié ya de antemano, no augurando un final feliz para tan ansiada empresa.


Mercedes Lomas Campos, que así es el nombre completo de mi mujer, consiguió leer, al fin, en una relación de obras de Turina anteriores a 1907, una plegaria con el título A la Divina Pastora. No había dudas y además no podía ser de otra manera: aquel título tenía que ser el de la antigua copla que para ser cantada en su novena había escrito Joaquín Turina en honor de nuestra entrañable Pastora. Seguro que usted, amigo lector, se estará preguntando lo que sentimos en esos momentos. Aun cayendo en el tópico, le diré que una sensación indescriptible, inenarrable y extraordinaria; algo que espero acierte a comprender un poco más a través de la paciente lectura de este artículo.



Turina con su madre, hermana de la Divina Pastora y componente
del coro de mujeres de la hermandad, y su tía Rosa, en 1904.
Una vez contenido el júbilo inicial, nos pusimos en contacto con la familia del genial músico, depositaria de su obra y residente en Madrid. Había que comprobar si existía la partitura original en los fondos del archivo Turina y si así era buscar la mejor manera de conseguir una copia. Aunque al principio las noticias fueron bastante desalentadoras, pronto se tornaron en reconfortantes, recibiendo la respuesta afirmativa tan esperada por parte de Alfredo Morán Rojo, yerno de Turina y gran estudioso e impulsor de la obra de su suegro, que me confirmaba de viva voz la existencia de dicha partitura en el archivo referido y que no tendría inconveniente en enviarme lo más rápidamente posible, a vuelta de correos, una copia de la misma. Así lo hizo y ya la plegaria de Joaquín Turina A la Divina Pastora vuelve a enriquecer el rico y variado legado musical de nuestra hermandad, figurando nuevamente como una de las principales piezas que conforman su antiguo archivo y del que no tendría que haberse ausentado nunca. Su próximo reestreno en la novena de este año constituye todo un hito en el ámbito musical en general y, en particular, en el de nuestra hermandad, que se convierte en depositaria de tan excepcional patrimonio.


A Alfredo Morán, casado con Obdulia Turina Garzón, mi más sincera gratitud. Desde un principio, todo fueron facilidades y extrema amabilidad. Enseguida captó mi especial interés por localizar tan ansiada obra, comprendiendo de inmediato, por mis exageradas y apasionadas explicaciones, el porqué de tan bucólico título para una obra que consideraba hasta entonces de origen incierto. Sólo pidió a cambio y muy modestamente, que se le enviara una grabación de la misma una vez que se interpretara.


Joaquín Turina Pérez nació en Sevilla el 9 de diciembre de 1882. “Nací en Sevilla, el 9 de diciembre de 1882, en la casa nº 8 de la calle Ballestilla (hoy Buiza y Mensaque). Dicha calle tiene la forma de un embudo; ensanchada hacia la del Lagar, va estrechándose poco a poco, hasta convertirse en estrecho callejón, terminando en un recodo al desembocar en la de Goyenetas”. Su padre, Joaquín Turina Areal, de ascendencia italiana, fue pintor destacado de la escuela sevillana. Su madre, Concepción Pérez y Vargas, nació en Cantillana y estuvo dedicada al cuidado de todos los suyos. Fue hermana de la Divina Pastora y formó parte como cantora del coro de mujeres de su hermandad. Así consta en el antiguo libro de hermanas de la Hermandad de la Divina Pastora, al igual que su madre Joaquina Vargas Jiménez, abuela materna del compositor.


No es mi propósito trazar una biografía de Turina, pues son múltiples y relevantes las escritas por grandes y expertos autores y a las que, sin duda, no podría añadir aportación alguna digna de interés. Sí quiero incidir en su gran categoría musical y en el hecho de estar considerado como uno de los mejores compositores españoles de todos los tiempos. Por ello, y a modo de cronología, considero interesante aportar algunos datos sobre su vida.






1892 Comienza sus estudios de piano con Enrique Rodríguez.


1894 En el colegio de San Miguel de Sevilla comienza los estudios de Armonía y Contrapunto con Evaristo García Torres.


1902 Marcha a Madrid para continuar su formación, permaneciendo en esta ciudad hasta 1905 con los lógicos paréntesis que supusieron sus habituales estancias en Sevilla durante los períodos vacacionales.


1903 El 24 de noviembre fallece su padre.


1904 El 11 de octubre muere su madre.


1905 - 1913 Encontramos a Turina en París, cosechando éxitos y premios y relacionándose con los grandes maestros como Isaac Albéniz que le aconseja orientar su música hacia España.


1908 Contrae matrimonio, en Sevilla, con Obdulia Garzón González.


1909 Composición de la Sonata romántica.


1910 Nace en Sevilla el primer hijo: Joaquín.


1912 Composición de La procesión del Rocío.


1913 Abandona París, rumbo a Sevilla, con carácter indefinido.


Nace en Sevilla su hija María.


1914 Se instala definitivamente en Madrid en la calle de Alfonso XI, número 5, hoy número 7, casa que todavía siguen habitando algunos de sus descendientes.


1917 Nace en Madrid su hija Concepción.


1919 Nace en Madrid su hijo José Luis, que fue apadrinado por Manuel de Falla.


1920 Ingresa en el Teatro Real como concertador y compone la Sinfonía sevillana.


1921 Nace en Madrid su hija Obdulia.


1931 Ingresa en el Conservatorio de Música de Madrid como catedrático de composición.


1932 Fallecimiento de su hija María.


1935 Recibe el nombramiento de académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.


1940 Venta de su casa natal de Sevilla.


Creación de la Comisaría General de la Música, a cuyo frente figuran tres comisarios: Otaño, Turina y Cubiles.


Fundación y primera actuación pública de la Orquesta Nacional de España.


1946 Es nombrado académico de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla.


1949 Joaquín Turina Pérez fallece en Madrid el 14 de enero a la edad de 66 años.




En el catálogo de la obra de Turina figuran un total de 104 títulos relacionados por orden cronológico, que fueron escritos entre los años de 1907 (fecha en que compuso el Quinteto en sol menor, para piano y cuarteto de cuerda, que figura en el opus 1) y 1947 (año en que aparece su última obra, cuyo título es Desde mi terraza y registrada con el número de opus 104). La catalogación de estas obras fue realizada por el propio Turina y hay que hacer constar que en ella no aparece reflejada su producción de la primera época que iría desde 1897 a 1907, considerada como la obra de juventud.


Alfredo Morán nos informa que de las 40 composiciones que aproximadamente debió escribir en Sevilla, solamente las primeras 29 llevan número de orden. El opus 1 debió ser realizada en 1897, cuando sólo contaba 14 años de edad, y el 29, última de esta primera catalogación, fue fechada el 3 de octubre de 1900.


Después del opus 29, Scènes d’enfants, Turina compuso hasta 1907 alrededor de 30 títulos más, en los que no figura número de obra. El señor Morán Rojo nos hace observar que esta primera catalogación nada tiene que ver con la que realizó años más tarde, poco tiempo después de su llegada a París y a la que ya hemos hecho mención anteriormente.


Desconocidas y olvidadas en un rincón del sombrío sótano de su casa de Madrid, las 60 obras que constituyen su producción de la primera época fueron encontradas casi de forma fortuita y felizmente pasaron a engrosar su amplio legado y a cubrir el hueco existente e incomprensible que hallábamos en los primeros años de su andadura musical.


Es en este inventario o catálogo en el que aparece registrada con el opus 22 A la Divina Pastora (plegaria para voces y piano). Aunque esta copla no aparece fechada, yo me atrevería a asegurar que fue escrita por Turina en agosto de 1900, basando mi afirmación en los siguientes datos que considero más que fehacientes. En este mismo catálogo aparece en el opus 21 Las cuatro estaciones (poema sinfónico para piano) realizado en Sevilla el primero de agosto de 1900. En el opus 23 aparece Hoja de álbum (piano) escrita también en Sevilla el 25 de agosto de 1900. Si A la Divina Pastora corresponde el opus 22 y aparece justo entre las dos obras antes referidas y fechadas muy detalladamente, no hay lugar a dudas sobre su datación, teniendo en cuenta además que las primeras 29 obras fueron numeradas por el propio autor en orden a su aparición.


En ese mismo año de 1900, la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana esperaba con inusual ansiedad la visita del Cardenal Spínola para asistir a su Fiesta Principal del 8 de septiembre. No era habitual en aquellos lejanos tiempos que un Prelado se trasladase hasta un pequeño pueblo para presidir la Función Principal de Instituto y presenciar además la solemne procesión de su Divina Pastora, que cambió ligeramente su tradicional itinerario para pasar por delante de la casa donde se alojaba Marcelo Spínola y Maestre.


También se estrenó el rico paño romántico de Jiménez Aranda como bello fondo para el Risco, ese altar de ensueño y de embeleso, que tanto nos atraía de niños y con el que seguimos extasiándonos año tras año, convenciéndonos cada vez más de que ni la más fina y repujada plata pueden competir con su esplendor.


En este maravilloso fondo queda enmarcado el estreno de la plegaria A la Divina Pastora. No sabemos si fue casualidad o si se le encargó con motivo de la visita del Cardenal Spínola. Lo más probable es que su madre, pastoreña y muy devota de la Divina Pastora, le pidiese una bella composición en honor de la Virgen, de cuyo coro llegó a formar parte, petición a la que su hijo accedió presto y muy gustoso cuando sólo contaba 18 años de edad.


Era yo [en 1900] un mozalbete que no salía de su ciudad más que en los veranos hacia las playas cercanas de Sanlúcar, Rota y Chipiona. Estudiando la música con el viejecito maestro de capilla; haciendo pinitos de compositor [...]”.


De enhorabuena está nuestra hermandad por la recuperación de tan importante pieza, cuyo ejemplar autógrafo de Turina se conserva en el archivo musical del gran compositor.


En este año de 2004 las notas de la plegaria A la Divina Pastora volverán a elevarse por entre las naves de nuestro templo parroquial como homenaje y ofrenda a su titular, sonando más impetuosas que nunca tras el largo silencio impuesto por décadas de olvido.


A ti Pastora amada,
a ti dulce María,
a ti la lengua mía canta con emoción.

Atiende mi plegaria,
préstame oído atento
y escucha tú mi acento
y escucha mi canción [...]
Tu siervo soy María,
tu oveja soy María,
tu hijo que te adora con sentida emoción[...]



Basilio Pérez Camacho
Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora correspondiente al 2004

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre, siempre en el recuerdo tendremos a este gran amigo y mejor pastoreño: Basilio Perez Camacho (Q.D.E.P.)

Desde el Cielo estará viendo con disgusto, como muchísimos pastoreños, la situación de decadencia de su hermandad.

Pídele tu también a la Virgen, que tan cerca la tienes, por la hermandad pastoreña, para que vuelva a ser la hermandad con mayúsculas que tu querias, Basilio.