jueves, 24 de marzo de 2011

El Beato Diego José de Cádiz

Considerado el gran apóstol de la Divina Pastora, continuó con gran celo apostólico la labor de Fray Isidoro de Sevilla, llevando la devoción a la Madre del Buen Pastor a los más recónditos lugares, si Fray Isidoro fue el iniciador de la devoción pastoreña, Fray Diego fue el que consiguió que el Papa Pio Vi instituyera en 1795 la fiesta litúrgica de la madre del Buen Pastor. Marcelino Menéndez y Pelayo hace del beato Diego José de Cádiz la figura más representativa de la oratoria religiosa de España después de san Vicente Ferrer y san Juan de Ávila.

Fueron sus padres, don José López Caamaño Tegeiro Ulloa y Barceló; natural de Tuy y su madre doña María de Ocaña García-Pérez de Rendón de Burgos, natural de Ubrique, ambos de muy Ilustres familias. Vivían estos señores en Ubrique y fueron a Cádiz a pasar la Semana Santa y con objeto de encontrar ayuda para el próximo alumbramiento que esperaban, en las eminencias médicas de la Ciudad.

Nació el Beato, en Cádiz, en el día 30 de marzo de 1743. Fue bautizado en la capilla del Sagrario de la Santa Iglesia Catedral el 3 de abril con los nombres de José Francisco Juan María Caamaño y García Pérez. Una vez bautizado se trasladó a Ubrique donde creció en la casa número 25 de la calle San Pedro (actualmente lleva su nombre). El pequeño José vive una feliz infancia en Ubrique hasta que, antes de que cumpliera los nueve años, muere su madre. Al poco tiempo su padre contrajo segundas nupcias con Dª. Rosa García, de la cual tuvo a dos hermanos de padre del Beato Diego, Fr. José y Fr. Manuel Caamaño, que fueron religiosos terceros en el Convento de Caños Santos de Cañete La Real.

Desde niño, muy Inclinado a la piedad, ingresó en la Orden Capuchina a los 14 años, tomando el hábito el 12 de noviembre de 1757 en el Convento de Sevilla, cambiando el nombre, como es costumbre en la Orden, por el de Diego José de Cádiz. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1766 a los 23 años en la Iglesia Prioral de Santa María, en Carmona, de manos del Obispo de Gádara, auxiliar de Sevilla, don Domingo Pérez de Rivera.

El contraste entre Cádiz, entonces en toda su opulencia, y Ubrique, con el encanto de su soledad, impresionó vivamente su espíritu. Empieza entonces su estancia en Ubrique, que duraría seis años. Con permiso del prelado se encargó de todas las responsabilidades que pudo: Iglesia, sacristía, coros, refectoria y claustros, teniéndolo todo flamante de tal manera que el Convento era un relicario.

Cuando alguien pretendía ayudarle, respondía: “Dejadme, padres, soy el último de la comunidad, inútil para trabajar en su alivio. Siquiera en esto le ayudaré y no comeré tan de balde el pan”. Estudiaba siete horas diarias, y en las horas plácidas de aquella soledad, donde nada le distraía se fue formando el Apóstol de su siglo. Ya en Cádiz había predicado siendo diácono, en Jerez también el sermón de la Purísima Concepción, en Ubrique se fue soltando en la predicación, en el Convento, en la catequesis y en las plazas, tomando por modelo al V. P. Buenaventura de Ubrique, cuya vida buscó y leyó con detenimiento, proponiéndose imitarla.
Pronto su elocuente palabra fue acompañada de numerosos prodigios y milagros como la fuente milagrosa en el camino de Ubrique a Gaucin, la multiplicación de los panes también en el Convento de Ubrique, curaciones y numerosas conversiones. En la iglesia de San Francisco de Arcos de la Frontera fue visto predicar echando llamas de fuego por la boca.

Fue tan grande el celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas que puede decirse sin hipérbole, que el fuego de estos dos amores le hizo recorrer misionando toda España, caminando -casi siempre a pie, con fríos y calores, vientos y lluvias, en ayunos y penitencias que asombran, y así sin descanso un día y otro, un año y otro hasta los 58 años en que murió.
Misionó repetidas veces y en distintos años Andalucía, Cataluña, Aragón, Valencia, Castilla, Asturias, Galicia, Extremadura, León, predicando en todos los pueblos al paso; fueron testigos de su celo Málaga, Ronda, Estepona, Ubrique, Cádiz, Ceuta, Morón, Osuna, San Roque, Sevilla, Córdoba, Priego, Écija, Vélez, Guadix, Baza, Puerto de Santa María, Jaén, Baena, Isla de León, Antequera, El Castillo, Carcabuey, Espejo, Arjonilla, Andújar, Arjona, Ubeda, Baeza, La Carolina, Toledo, Ocaña, Aranjuez, Madrid, Alcalá de Henares, Zaragoza, Cuenca, Alcañiz, Caspe, Montserrat, Barcelona, Reus, Valencia, Alicante, Orihuela, Murcia, Cartagena, Totana, Lorca, Motril, Utrera, Casares, Moguer, Huelva, Marchena, Tuy, Bayona, Vigo, Santiago de Compostela, Ferrol, La Coruña, Lugo, Mondoñedo, Oviedo, Salamanca... En todas estas poblaciones hay constancia de que fueron misionadas y en muchas repetidas varias veces.

En cada misión predicaba varias veces en el día, a Intelectuales, autoridades, menestrales, religiosos, etc., a más de la misión general donde era tal el movimiento de las gentes por el fuego del amor de Dios que tenía su palabra, su presencia física y los repetidos milagros que a la faz de todos, llegaba al entusiasmo de las gentes, que muchas veces tenía que intervenir la fuerza pública para librarle de la devoción popular del pueblo que a veces hasta pedazos del hábito se llevaban como reliquias.

En Madrid misionó ante el Rey Carlos III, ante los Príncipes de Asturias Carlos y María Luisa y toda la Corte, fustigando con su encarnecida palabra los vicios y pecados con la mira, sólo en Dios a quien predicaba al mismo tiempo con tanta dulzura y amor que atraía a los pecadores.
Tanto era el fuego ardiente y a la vez dulce de su amor a Dios y a los pecadores, que el fruto espiritual fue inmenso, las conversiones numerosas.

Predicó en todas partes a Obispos, Cleros, Religiosas, Grandes, Universidades, Ayuntamientos, Maestranzas, Academias; todos los nombraron por uno de sus miembros y. entre tantos elogios y honores, nunca se resintió su humildad, porque estaba fundada en el convencimiento que tenía de que Dios lo había escogido como la más vil de sus criaturas pues toda la gracia sólo de El procedía y así cada vez se tenía como el Instrumento Inútil que Dios escogió para que resplandeciera su mayor gloría, ayudando a su humildad con constante oración, ayunos y penitencias.

Pasaba las noches a los pies de Jesús Sacramentado, y de su Divina Madre, su querida Pastora con cuya protección y estandarte comenzaba sus misiones. Introdujo el culto a la Madre del Divino Pastor en numerosísimos lugares de Andalucía, Castilla, Aragón, Cataluña, Valencia etc. Siempre llevó el estandarte de la Divina Pastora en sus misiones, predicando por todas partes las glorias del celestial Pastorado de María llegando a ser impulsor del reconocimiento de la Iglesia y la institución por el Papa Pío VI, el 1 de agosto de 1795, de la fiesta litúrgica de la Madre del Buen Pastor que se celebra la víspera de la dominica del Buen Pastor, es decir el tercer sábado de Pascua.

Convento de capuchinos de Ubrique
Estos trabajos Evangélicos, que por la gloria de Dios, incansable realizó, los premio el Señor con revelaciones, visiones e Incontables milagros obrados muchas veces desde el púlpito a la vista de inmensas multitudes, que ocasionaron muchas conversiones y con ello tomó fama de Santo y de Taumaturgo que la Iglesia le ha reconocido. Entre las muchas apariciones que tuvo de Nuestro Señor, dos fueron con la Cruz a cuesta; la primera en Jerez el 30 de noviembre de 1779. Agotado físicamente y en una desolación espiritual creyéndose por su humildad que por su culpa y por su Incapacidad no conseguía todo lo que su fervor ansiaba en la conversión de las almas, le rogaba al Señor le relevase por su inutilidad de este cargo con otro religioso más idóneo que pudiera darle más gloria, se le apareció el Señor con la Cruz dando con su boca santísima en tierra. Corre el Beato espantado y lleno de compasión le dice: «¿Qué es esto, Señor? ¿Por qué vas a caer? -¿No he de caer cuando tú que me sostenías piensas dejarme con daño de mis redimidos y de -las ovejas extraviadas?» Confuso, avergonzado, lleno de lágrimas, propuso en su corazón no desmayar en el servicio del Señor. En otra ocasión, en Jaén, año 1780, vuelve a ver al Señor con su Cruz a cuesta, Apoyándose en la cabeza del Beato, con inefable consuelo de su alma.

Fue su director espiritual, otra alma santa, el Venerable Padre Maestro Fray Francisco Javier González, de la Orden de Mínimos da San Francisco de Paula, a quien obedecía en sus consejos como oídos de Dios mismo.

Fue devotísimo del Señor del Gran Poder de Sevilla, autor del ejercicio de su Novena, instituyó la visita de los viernes a la Sagrada Imagen del Señor, y predicó la solemne función en 1786 siendo acogido como hermano de la corporación. Igualmente fue destacado devoto de la Santísima Virgen de la Paz, patrona de Ronda, siendo también artífice de su novena, y a la que le hizo numerosos obsequios conservándose entre ellos un bello manto que le llevó desde Zaragoza. Precisamente a los pies de la Virgen de la Paz reposan sus restos.

Llamado en su tiempo el «nuevo san Pablo», tuvo un papel destacado en la vida espiritual de la sociedad de aquella época por su acción santificadora en el clero, en los religiosos y religiosas, y en muchos seglares. Su pródiga correspondencia, de alta calidad espiritual, da testimonio de ello. Fue el gran apóstol de España. En tiempos en que arreciaba el regalismo y el jansenismo, hizo con su palabra vibrar a las multitudes como ninguno de su tiempo y logró hacerse escuchar por todas las clases sociales.

Propuesto para varios obispados entre ellos Mondoñedo, Cádiz, etc., renunció humildemente a ellos; a pesar de su renuncia volvieron a Instar al Rey le concediese otro obispado y Carlos III contestó: dejarlo de fraile que así lo tendremos de Obispo de toda España». Mimado por la Corte jamás se resintió su inmensa humildad. Sus continuos trabajos, viajes ayunos y penitencias fueron minando su salud, sufriendo varias enfermedades con su heroica paciencia y gracejo natural.
En 1797 a cuenta de los desacatos públicos contra la Religión, en un sermón predicado en Sevilla, profetizó el cólera, le tacharon de Imprudente. Al poco tiempo Sevilla fue un Inmenso hospital con 50.000 atacados del cólera (1797).

Los superiores, viendo lo delicado de salud, le enviaron a Ronda donde era muy querido de todo el pueblo, con la esperanza de que los aires de la serranía le hicieran bien Entretanto el cólera hizo estragos en toda Andalucía y en un acto de caridad heroica se ofreció a Dios como víctima para librar a Ronda del contagio, ciudad que tantas veces misionó. El Señor aceptó su oblación y entregó santamente su alma a Dios en su querida Ronda el día 24 de marzo In 1801 a los 58 años recibiendo los Santos Sacramentos edificando a todos con sus virtudes, víctima del cólera. En la casa donde se hospedaba aún conservan sus reliquias.

La Virgen de la Paz, patrona de Ronda, a sus pies
la arqueta que contiene los restos del Beato.
Estuvo expuesto su cadáver varios días y era tal la afluencia de toda la ciudad de Ronda, los pueblos limítrofes y de todas las clases sociales que tuvieron que Intervenir las tropas para evitar los atropellamientos de las multitudes en los funerales e entierro.
La muerte del Beato tuvo resonancia en toda España, en todas las Catedrales se le hicieron funerales; en todos los Conventos de su Orden, en las Universidades, Maestranzas, Religiones, Ayuntamientos, etc., hasta la Gaceta Oficial dio la noticia ensalzando sus virtudes y su vida apostólica.

No disminuyó el fervor del pueblo después de su muerte sino al contrario, los continuaos milagros, curaciones y favores, obligaron a incoar el proceso de Beatificación pedido por todos. Se empezó el proceso en 1825 y se terminó en 1858 presentado en Roma.
Al poco se aprobó la curación repentina de tuberculosis pulmonar de Sor Adelaida, Hermana de la Caridad que estando ya para morir, curó repentinamente, haciendo la vida normal después de tantos años de sufrimientos. Este milagro aprobado científicamente sirvió con el de sudor de sangre de los huesos del Beato para la Beatificación. En 1867 por mandato de la Sagrada Congregación de Ritos se procedió a reconocer oficialmente el cadáver (1867) donde se vio con estupor los huesos manchados de sangre viva, que procedía del interior de los huesos. Nuevo reconocimiento (1869). la Santidad de León XIII mandó y ordenó fueran debidamente autentificados y custodiados los huesos, se llevaran varios a Roma para el examen de la Comisión científica de médicos, químicos, físicos, biólogos, comprobándose la incorrupción de los huesos y la emanación de la sangre viva después de 60 años de la muerte, El 11 de abril se hizo público el decreto para la Beatificación del Siervo de Dios Diego José de Cádiz. El día 22, ante más de 50.000 personas, entre ellas veintidós Prelados Españoles y como testigo viviente Sor Adelaida e inmensa peregrinación española de todas las clases sociales se procedió a la solemne beatificación en la Basílica de San Pedro por la Santidad de León XII.

Sus restos descansan, tal como deseó, a los pies de la Patrona de Ronda, Nuestra Señora de la Paz, a la que le profesó una gran devoción, en una rica arqueta de plata. En el altar del Beato en la Iglesia de los Capuchinos de Sevilla se encuentran entre muchas reliquias pañuelos con la sangre que manó de los huesos. El estandarte de la Divina Pastora que siempre llevaba en sus misiones es conservado como una reliquia en la Basilica del Gran Poder de Sevilla y numerosas reliquias del Santo se encuentran repartidas en diversos lugares, nuestra Hermandad cuenta con un fragmento óseo del Beato que coincidiendo con el triduo de Mayo es venerada por los fieles.


Pintura del estandarte de la Divina Pastora que
el Beato portaba en sus misiones, se
conserva en la Basílica del Gran Poder de Sevilla.
Himno al Beato Diego José de Cádiz

Pasión de ardiente amor, Diego José,
que aprietas a Jesús entre tus manos,
¿adónde el Crucifijo te arrebata,
adónde va empujando esos tus pasos?

A ser volcán, y apóstol derretido,
y santo capuchino misionando,
y a estarme, si pudiera, ante el infierno,
y hacer misión allí, a Cristo alzando.

La clara Teología se hizo luz
y fue la Trinidad fulgor y rayo,
y viste que el amor es la respuesta,
tu vida entera amor, ternura y llanto.

La Madre de piedad es tu Pastora,
misericordia y paz para el rebaño,
¡oh Madre de dulzura, Madre buena,
que a pecadores abres tu regazo!

¡La gloria a Ti, viviente Trinidad,
amor, perdón, y cielo regalado,
por siempre adoración y gratitud,
oh Dios festín que sacias a los santos! Amén.

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