viernes, 8 de junio de 2012

La aplicación de la iconografía pastoreña en la Imagen de la Divina Pastora de Cantillana


Desde que el 8 de septiem­bre de 1703 fray Isidoro de Sevilla presentara por primera vez la iconográfica de la Divina Pastora, infinidad de talleres artesanales expan­dieron su representación de modo fugaz y masivo. Aunque éstos siguieron las directrices fundamentales que el venerable capuchino estableciera, implan­taron ciertas variaciones icono­gráficas que alteraron su carác­ter primitivo, bien por afinida­des propias del taller o por indi­cación de sus promotores. Fray Isidoro se alegraba de la rápida y extensiva difusión de la icono­grafía mariana de la que era su ferviente promotor. No obstan­te, las variaciones que se fueron implantando nunca le resulta­ron agradables, es más, fueron denegadas tajantemente por la Orden Capuchina, como queda testimoniado en las Actas Capi­tulares de 1742:

En vista de un memorial, que presentó el reverendo padre fray Isidoro de Sevilla, en que suplica­ba que las imágenes de la Divina Pastora se hiciesen y pintasen con­formes a su primitiva institución, se mandó expedir a todos los con­ventos, para que ningún religioso, con pretexto de devoción o por cualquier título, no pintare imá­genes ni las hiciere de talla prela­do alguno con Niño, con rosario ni con escapulario, sino que se arreglasen a su primitiva institu­ción, según y conforme la inventó dicho reverendo padre fray Isido­ro de Sevilla.

El iniciador de la devoción pastoreña exigía que toda re­presentación de la Divina Pas­tora siguiese iconográfica­mente la que llevó en sus mi­siones el capuchino Luis de Oviedo, quien tomara como mo­delo la primitiva que dictamina­se fray Isidoro en 1703 y que plasmase por escrito en La Pasto­ra Coronada y en La mejor Pasto­ra Asunta. En 1742, aclaró en una biografía sobre el citado mi­sionero todos los elementos característicos de la iconografía pastoreña.

Despues de más de tres siglos de devoción pastoreña, queremos recordar aquellos grafismos iconográfi­cos que, rozando la obsesión, fray Isidoro siempre defendió como los propios y únicamente viables de la advocación mariana que tanto misionara. No menos intrigante y de crucial im­portancia resulta evocarlos y analizarlos al contemplar la ben­dita imagen de la Divina Pastora de Cantillana. Debemos pregun­tarnos si esta imagen, atribuida a Ruiz Gijón o a su círculo más cercano, responde a las exigen­cias marcadas por quien funda­ra, allá por 1720, la hermandad pastoreña del condado de los Vicentelo de Leca. Hemos con­trastado con la imagen de Cantillana las características iconográficas marcadas por las tres obras anteriormente citadas, método comparativo que nos ha sorprendido y del que pueden deducirse hipótesis bas­tantes sugerentes para la histo­ria de la Hermandad.

El rostro de la imagen de la Di­vina Pastora de Cantillana es el primer detonante iconográfico clave, representado con la mayor hermosura y debiendo irradiar amor y ternura. Tales ca­racteres faciales pretenden im­primir en la imagen la expresión propia del oficio que desempe­ña, el de Pastora, para lo cual adopta una mirada tierna, en­carnando su ejercicio solaz y campestre los frescores en las mejillas, cuello, barbilla y párpa­dos. La leve inclinación de la ca­beza hacia la derecha responde también a las representaciones primitivas pictóricas de la advo­cación pastoreña.

Sentada en una peña, rasgo que encarna perfectamente la imagen de Cantillana.

Rodeada toda de ovejitas, que cada una tiene en la boca una rosa hermosísima. La oveja que siempre estuvo a la diestra de la imagen de la Divi­na Pastora, posición fiel a las re­presentaciones primitivas, posee un pequeño orificio en la zona labial derecha para facili­tar la ubicación de la rosa que, según fray Isidoro, debe pender de su boca. En estos últimos años se ha recuperado feliz­mente este detalle iconográfi­co, imprescindible para com­prender la advocación pastore­ña, ya que representa las Ave María que la grey lleva en ora­ción a la Divina Pastora y que no son otras más que las que fluyen de los rosarios públicos con que fray Isidoro expandiera la devoción pastoreña. Por eso, estas rosas oferentes reflejan el germen fundacional de nuestra hermandad, es decir, el Rosa­rio.

En su correspondencia tiene la imagen en la izquierda mano también una rosa, dando a en­tender que va recibiendo las que sus ovejas le ofrecen. La mano iz­quierda de la imagen de la Divi­na Pastora de Cantillana sopor­ta el cayado, acompañado por un ramo de flores, normalmen­te rosas. Al tratarse de una talla y no de una pintura, estas rosas no fueron incluidas en la ima­gen, como en el caso de la Pas­tora de Santa Marina, o de tan­tas otras, en las que fue siempre costumbre colocarles en la mano izquierda un ramo de flo­res naturales o confeccionadas. Sin embargo, la postura de la mano de la imagen de Cantilla­na no concuerda con la de las representaciones primitivas, donde aparece girada para sos­tener las rosas. La imagen de Cantillana no gira la mano, sino que la mantiene firme para sostener las flores y el ca­yado. Aunque pueda parecernos un mínimo detalle, cabe preguntarnos por qué esta ima­gen no adoptó la forma de las primitivas representaciones. La respuesta la hallamos me­diante un análisis comparativo profundo y minucioso de dos fotografías anónimas bastante reveladoras. Se trata de las pri­meras que hay constancia, una de 1865 y otra de 1885, las úni­cas que nos permiten observar el estado de la mano izquierda de la talla, puesto que en las restantes fotografías de la ima­gen por las mismas fechas, dicha mano se encuentra tapa­da por el típico ramo de flores junto al cayado. En estas dos fo­tografías la mano izquierda se encuentra girada hacia dentro.
Aunque la mayoría de las pinturas primitivas adoptan el giro hacia fuera, encontra­mos también pinturas del siglo XVIII que adoptan el giro de la mano hacia dentro como la imagen de Cantillana. En posteriores fotografías como la de 1905, observamos que la mano izquierda de la imagen había adquirido defini­tivamente la forma que actualmente posee para adaptarse mejor al sostén del cayado. La comparación efectuada denota los mismos caracteres en la flexión, curva y separación de cada uno de los dedos, lo que nos lleva a deducir que no se trata de otra mano sino del leve cambio de posición de la misma. No estaría de más caer en la cuenta de que si la Imagen de Cantillana, tuviese la mano girada hacia fuera como la mayoría de las pinturas primitivas, tendría problemas en la ubicación del cayado, pues tropezaría con la pierna izquierda. Debemos pensar que la posición del giro en las imágenes no debió ser tan relevante como en las pinturas, de hecho fray Isidoro no especificó la posición de la mano, tan solo especificó que dicha mano debía mantener las rosas indicadas.
La Mano derecha la tiene puesta con gran cariño sobre la cabeza de un Cordero que representa a su Santísimo Hijo. Creemos que la oveja que acompaña a la Imagen de Cantillana debe ser la primitiva del conjunto, como al menos nos indica las primeras fotografías de las que hay constancia o la estrella que aparece sobre su cabeza, elemento fiel a los deseos de fray Isidoro, al señalar a su portador como el Cordero de Dios. Para fray Isidoro este Cordero representa al Cristo Total del Apocalipsis, y como tal quería que se entendiera. Dejó bien claro la polémica de las representaciones que no le agradaba la ubicación de un Niño junto a la Imagen, puesto que Cristo ya estaba representado en esa oveja. De ahí, que en el conjunto de Cantillana se le estofase una estrella en la cabeza de la oveja, reflejando así una de las obsesiones del capuchino fundador.

Una túnica talar o de color purpúreo. El esto­fado de la túnica de la imagen de Cantillana es de color púrpura o rojizo, como en las pinturas primiti­vas
Sobre ella un pe­llico que cubriendo el pecho y la espal­da, como los pasto­res lo visten, baja un poco de la cintu­ra. La imagen de Cantillana posee también de esta forma la pellica, cubriéndole el pecho y bajando ligeramente de la cintura.

Ceñida por la cintura. La pellica de la imagen de Can­tillana queda ajus­tada a la cintura por un cíngulo anudado que la ciñe. Es preciso percatarse de la posición de la la­zada, en el centro, levemente despla­zada hacia la dere­cha; detalle apreciable en otras pin­turas del XVIII, como en el boceto de la primitiva pintura que se conserva en el Convento de Capuchinos de Se­villa, o la primitiva que posee la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina, o la del simpecado fundacional de la Herman­dad cantillanera.

Tiene un manto o mantilla que, terciando una punta en el brazo izquierdo, cubre la espal­da, y la otra punta sale un poco por debajo del brazo derecho. La imagen de Cantillana posee el manto de la misma forma, ex­ceptuando la terminación de éste, puesto que no concluye debajo del brazo derecho sino que se prolonga sobre las pier­nas para terminar recogido junto al lado izquierdo de la peña. No obstante, debajo del brazo derecho el manto se vuel­ve adoptando un volumen simi­lar a las primitivas re­presentaciones. Debe­mos tener en cuenta que el imaginero debió dejar su impronta al prolon­gar el manto sobre las piernas, respetando el deseo de fray Isidoro al disponer el manto a su paso bajo el brazo dere­cho de la misma forma que el boceto o la pintu­ra primitiva. El manto de la Divina Pastora de Arcos de la Frontera adopta la misma forma que el de la talla de Cantillana, con doble­ces y volúmenes muy pa­recidos. En La mejor Pas­tora Asunta nos dice que el manto debe ser celeste, mientras que el de la imagen de la Divi­na Pastora de Cantillana es verde. Debemos pen­sar que fray Isidoro no debió insistir mucho en el color del manto, pues­to que en el informe de La vida del Padre Oviedo, posterior a La Pastora Coronada y La Mejor Pastora Asunta no dice nada al respecto. Proba­blemente, Gijón o uno de sus discípulos debie­ron seguir el criterio del fundador, pero prefirie­ron estofar el manto en tonalidades verdes, como en el caso de la Virgen Niña de la Iglesia de la Magdalena de Se­villa, que tan estrecha relación establece con la imagen de Can­tillana.

  Entre el cual brazo y el pecho tiene un cayado pastoril. Esta anotación se practicaba preferi­blemente en las pinturas, ya que ni en las imágenes de candelero, ni mucho menos en las de talla, podía encontrar fácil estabilidad el cayado, prefiriendo su ubicación en la mano izquierda.

El sombrero lo tiene caído a la espalda, y afianzado con una cinta en el pellico al cuello. Tallas íntegras como la de Cantillana debieron disponer así del som­brero, aunque al ser toda de talla y por ello aumentar la difi­cultad de amarre, pudo tam­bién colocarse al lado de la ima­gen. No obstante, pronto se impondría la moda del toca­do sombreril, entre finales del siglo XVIII y primeros del XIX. De ello, la imagen de Cantillana ha sido un claro exponente.

En la cabeza tiene una sutilísi­ma toca. En el caso de las imáge­nes, se prefirió en la mayoría de los casos dejarlas con el pelo al descubierto, para cubrírselo me­diante una toca confeccionada textilmente. Las fotografías más antiguas de la Divina Pastora de Cantillana demuestran que era costumbre colocarle una toca o mantilla, preferiblemente bajo el sombrero.

Y el cabello tendido por la es­palda, con una o dos crenchas, que caen sobre el hombro y brazo derecho. Es una de las anotacio­nes que más nos sorprende al apreciarla en la imagen de Can­tillana, pues ésta cumple exac­tamente lo dictado: el cabello lo tiene tendido por la espal­da, mientras que sobre el hombro derecho salen dos crenchas, una que resbala sobre el brazo y otra que cae cerca del pecho, exactamente igual que la pintura primitiva conservada por la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina o el boceto primitivo ve­nerado en el Convento de Capu­chinos de Sevilla.
Ateniéndonos al análisis ante­rior debemos afirmar que la imagen de la Divina Pastora de Cantillana encarna la icono­grafía pastoreña por la que tanto se desveló fray Isidoro de Sevilla. Si no fue éste, al­guien muy cercano a él o muy fiel a sus directrices iconográfi­cas debió guiar su ejecución, lo que sirve de acicate para deter­minar la relación de los orígenes de la Hermandad cantillanera con fray Isidoro de Sevilla. Tras haber expuesto en La vida del padre Oviedo las líneas ico­nográficas, fray Isidoro daba el siguiente dictamen que, referi­dos a la imagen primitiva de la Hermandad de la Pastora de Santa Marina, podemos aplicarlo perfectamente a la imagen de Cantillana:

Esta es la imagen verdadera de María Santísima, como Pasto­ra, que fundándose en la Sa­grada Escritura y en la autori­dad de muchos santos padres, sacó a la luz la afectuosa devo­ción de los capuchinos de An­dalucía el año 1703. [...] Y está aprobada por nuestro amantísimo padre Clemente Undécimo, cuya Beatitud ha concedido a su Hermandad las indulgencias, que se conceden a las Hermanda­des más celebres del orbe. De aquí se sigue, que si se pintase o se es­culpiese otra alguna imagen, añadiéndole, o quitándole algo, que no sea como lo que llevamos referido, no se puede llamar Pas­tora, aunque más Pastora la voce­en, ni se puede decir que está aprobada por el Pontífice, pues sólo aprueba, la que tiene el traje, que llevamos mencionando y no las que, añadiéndole, o quitándo­le algo, varían de la primitiva imagen. Ni tendrán las gracias e indulgencias, que a la Herman­dad de la primitiva imagen le concedió dicho sumo Pontífice.

Podemos concluir así, que en Cantillana vociferamos a la Madre de Dios como Pastora, tal y como indicaba insistentemen­te fray Isidoro de Sevilla.

Rvdo. Álvaro Román Villalón, Pbro.

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